Léodile Béra

domingo, 5 de junio de 2022

LA IZQUIERDA Y LA PARÁBOLA DE LA RANA


Por Jesús Jaén Urueña

Según la creencia popular si metes una rana en agua tibia y se va calentando poco a poco, la rana no se daría cuenta de que se está quemando. En cambio si se echa la rana de golpe a un cazo de agua hervida saltará nada más notar el contacto. Algo parecido es lo que le ha estado sucediendo a la izquierda en los últimos años. Cocidos al calor de los errores hemos llegado al esperpento de la presentación de las candidaturas en las elecciones de Andalucía. Antes de eso: errores, desencuentros y enfrentamientos que han terminado en una foto de aquellas que se hacen las familias desavenidas, pero que son obligatorias para el evento. 


 ¿Cómo y por qué se fue debilitando la izquierda? 


Fui una de aquellas personas que participamos en la presentación de un manifiesto en el Teatro del Barrio de Lavapiés. Momentos de ilusión precedidos por las grandes movilizaciones sociales y democráticas del 15M y las Mareas. Han pasado ocho años. A lo largo de esos años, los congresos de Vista Alegre, las elecciones, las ininterrumpidas crisis internas, rupturas, coaliciones,... 

He oído muchas veces decir a dirigentes y militantes de Podemos que fuimos víctimas de los ataques de la derecha, de las instituciones, de los medios de comunicación y de personajes tan siniestros como Eduardo Inda. Era evidente que el surgimiento de una nueva formación política que postulaba acabar con los privilegios de los poderosos y trataba de impulsar un proceso democrático constituyente, no podía agradar a los poderes económicos, políticos o mediáticos. Eso es cierto. Pero nos equivocamos si pretendemos explicar el retroceso (a lo largo de estos últimos ocho años), por razones puramente externas. La izquierda y en concreto su formación más emblemática estos años (Podemos), más que víctima del sistema, fue víctima de sí misma. 

Pocas veces un movimiento como el que surgió en el 2014 ha gozado de tantas simpatías y ha despertado tantas ilusiones de cambio y de transformación social. La muestra más palpable es que llegó a estar en las encuestas por encima del PSOE y del PP; que obtuvo resultados espectaculares en varias elecciones autonómicas y generales (69 diputados en el 2015); que despertó las simpatías de millones de personas de toda las edades, clases e ideologías; y supo -incluso- atraer a una enorme cantidad de intelectuales, gentes del mundo de la cultura y expectativas a nivel internacional con otros partidos como en el caso de Grecia ( Syriza). 

A pesar de todo esto Podemos y sus coaliciones, se han ido desplomando. No se puede alegar que ese desplome es de toda la izquierda ya que otros partidos como Bildu, Ezquerra o Compromis siguieron trayectorias distintas. Continuando con la parábola del comienzo, la rana se va muriendo sin enterarse. Por eso es importante analizar las razones. 

En mi opinión, Podemos nació con tres grandes señas de identidad. No un programa (al contrario creo que cuantos más programas se fueron elaborando más se difuminaba su personalidad). Estas tres señas eran: TRANSVERSALIDAD, DEMOCRACIA DE BASE Y COMPORTAMIENTOS ÉTICOS. Creo que estas tres identidades eran la herencia que habíamos recogido del 15M. Un movimiento espontáneo, sin líderes, sin programas perfilados, sin burocracias, sin dinero e inclusivo (se alejaba de las lógicas políticas que habían protagonizado los partidos desde la Transición). El 15M y Podemos fueron un punto de inflexión del proceso abierto en 1976. Pero pocos meses después de la reunión del Teatro del Barrio de Lavapiés, el espíritu de Podemos empezó a cambiar. La democracia de las bases fue “traicionada”. Al poco de su creación, Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Carolina Bescansa, Luis Alegre y Juan Carlos Monedero, concibieron un proyecto cesarista y piramidal, impuesto con mano de hierro, que provocó la destrucción de los círculos de base que se habían creado en miles en pueblos, ciudades y sectores. El poder dejó de residir en las bases y pasó al secretario general y su entorno. Las afiliadas y afiliados se limitaban a refrendar las preguntas en internet. Por eso a medida que aumentaba el protagonismo mediático de Pablo Iglesias y su círculo, decreció el papel de la afiliación.

La transversalidad era otro concepto que nació de la necesidad de evitar la falsa dicotomía a la que nos tenía condenados el bipartidismo. El objetivo no era crear otro partido al uso, sino patear el tablero. Había que romper con los viejos clisés para ganar política y socialmente una mayoría de la población (¿ Cuántas veces no nos hemos preguntado cómo es posible que muchos trabajadores voten a las derechas y ultraderechas?). Se trataba de romper esos cercados ideológicos para situar otro escenario: el verdadero conflicto es entre los intereses de los de arriba con los de abajo. 

Por último, si algo demolió la confianza de millones de personas en Pablo Iglesias y otros dirigentes fueron las promesas incumplidas. Para muchas personas no fue aceptable el cambio de vivienda o las formas convencionales en que aparecían las personas que asumieron un papel dirigente. El discurso de la casta se volvió como un boomerang con resultados catastróficos. De nuevo volvíamos a escuchar en las calles las mismas cantinelas de siempre (todos los políticos son iguales). Solo que ahora, quienes se empezaron a aprovechar fueron VOX o las derechas trumpistas como Isabel Diaz Ayuso.


La entrada al gobierno de coalición el mayor error político 


El 7 de enero de 2020 se constituye el primer gobierno de coalición de la izquierda desde la guerra civil. Es un hecho histórico. Pero los desencuentros anteriores (PSOE y Unidas Podemos) habían obligado a repetir las elecciones con consecuencias nefastas: el debilitamiento de las fuerzas progresistas y la irrupción de VOX con 52 diputados (lo que les situaba por encima de Unidas Podemos). 

En mi opinión nunca debieron repetirse las elecciones ya que eran las fuerzas de izquierdas las que aparecían como responsables de la disolución de las Cortes. Creo que se podía y se debía haber evitado si Unidas Podemos hubiera votado la investidura de Pedro Sánchez sin entrar en el gobierno (un apoyo puntual limitado a la investidura y sin ataduras programáticas ni más compromisos). Eso hubiera contrarrestado el ascenso de la ultraderecha y dejaba con las manos libres a UP a lo largo de toda la legislatura. Creo que la experiencia ha venido demostrando a lo largo de estos treinta meses, que la coalición es un estado de crisis crónica en donde su socio más pequeño es el que sale más perjudicado. Pedro Sánchez sigue controlando los resortes principales del poder ejecutivo y durante este tiempo, va configurando mayorías parlamentarias dependiendo de las propuestas de cada momento. 


 La irrupción de la extrema derecha y del Trumpismo de Ayuso 


He leído que volvemos otra vez al bipartidismo clásico con partidos bisagras como en su día IU o los nacionalistas. Es posible pero no estoy del todo seguro. La irrupción de la extrema derecha en todo el mundo y de los diferentes modelos Trumpistas, es un factor nuevo y decisivo. No sabemos si se trata de una cuestión puntual o permanecerá mucho tiempo acarreando situaciones imprevisibles. En este nuevo escenario el movimiento político que surgió en el 2014 se ha transformado de manera definitiva en una fuerza política convencional, al estilo de IU o el PCE en su día. Un partido que tiene fuentes de financiación pública pero muy escasa implantación social. La peor noticia de estos ocho años es la desconexión entre Podemos y la izquierda con la sociedad. Esos vacíos se llenan por desgracia con un constante protagonismo de VOX. Ahora es la extrema derecha quienes encarnan la rebeldía y se permiten el lujo de hablar de la clase obrera y de los pobres. 

Nos espera un largo y tortuoso camino. Algunos acontecimientos son irrepetibles o como mucho, se pueden volver a suceder después de varias generaciones. Esa es mi opinión respecto a lo que sucedió entre 2010 y 2018 en España. Me gustaría estar equivocado pero creo que puede pasar tiempo hasta que se den las condiciones sociales y políticas de los movimientos que se sucedieron aquí y en otras partes del mundo. Algo similar a lo que pasó en los años sesenta del siglo pasado con los movimientos de mayo del 68. No existe ningún acelerador artificial para que surjan los movimientos sociales. Nacen espontáneamente por una combinación de circunstancias indetectables. Cualquier hecho no previsto puede provocar una explosión social como el asesinato de un ciudadano negro y el impacto del Black Lives Matter en la victoria de Joe Biden frente a Donald Trump.

Hoy vivimos un ciclo internacional reaccionario: guerras, pandemias, machismos, desigualdad social, cambio climático y, probablemente, futuras hambrunas. El ascenso de las ultraderechas es la peor noticia. No confiamos en ese pronóstico de que cuanto peor mejor. No creemos que un mundo peor, una Europa condicionada por las extremas derechas, genere por sí sola situaciones revolucionarias. Creemos en el trabajo constante desde abajo, paciente, colaborativo, defendiendo los derechos y las libertades, enarbolando valores humanos y ecológicos que hagan que millones de ciudadanas y ciudadanos vivan un presente (no solo un futuro) mucho mejor. Deberíamos evitar el cortoplacismo y hacer de unas candidaturas electorales una cuestión estratégica. En realidad no es tanto lo que se puede obtener desde las instituciones si las formaciones políticas “progresistas” están aisladas de las luchas y de los movimientos sociales. 

En mi opinión, lo auténticamente estratégico es recuperar el terreno perdido en lo social e ir cambiando desde abajo la correlación de fuerzas. La “izquierda” (o como la queramos llamar), tenemos que volver y construir nuevos tejidos sociales: la sanidad, la vivienda, la educación, la pobreza, las pensiones, los derechos de las mujeres, la defensa del medio ambiente, etc, etc. No debemos esperar al “acontecimiento”, sino que debemos trabajar con paciencia y unitariamente para mejorar las condiciones de la gente en el día a día. Como dicen mis vecinos y vecinas de Abrantes cuando salen a la calle todos los jueves: “la lucha de hoy, los derechos de mañana”

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