Léodile Béra

jueves, 7 de julio de 2022

Algunas reflexiones sobre los nuevos escenarios internacionales

Por Carmen San José y Jesús Jaén 

“El capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, de la cabeza hasta los pies”. Karl Marx, El Capital.

Una crisis global 

Desde hace menos de tres años nuestras sociedades viven instaladas en un shock permanente. A la pandemia provocada por el SARS CoV 2 que ha matado -oficialmente- a siete millones de seres humanos; se unió en febrero de este año, la invasión y la guerra en Ucrania. La economía mundial parece caminar hacia una recesión con repercusiones dramáticas. La crisis alimentaria pondrá en riesgo poblaciones de África, América Latina y Oriente Medio. La crisis migratoria incrementará los flujos de personas huyendo del hambre. La crisis ecológica se agravará si continúa o aumenta la dependencia del petróleo, el carbón y la energía atómica. Las mujeres sufren hoy ataques a sus derechos; agredidas y violadas en las guerras o en la paz tienen que soportar en Afganistán la humillación total o la decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos eliminando prácticamente la capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos. A nivel mundial, los derechos humanos, las libertades y la democracia, retroceden desde hace años. La potencia emergente del siglo XXI, China, es una dictadura que gobierna sobre un inmenso país transformado en capitalismo de Estado.

Parece que nos encaminamos a una crisis global en dos sentidos. Por un lado porque afecta a grandes sectores de la población mundial y, por otro, porque se están combinando problemas de muy distinto tipo: los conflictos armados; la escalada militar y la configuración, otra vez, de dos bloques; la posible recesión económica; la pandemia que aún sigue dentro de nuestras vidas y las nuevas que vendrán; la incapacidad para abordar el cambio climático; la crisis de las democracias y el auge de los movimientos reaccionarios; etc. La pregunta que nos hacemos es ¿Estamos entrando en un momento crítico de nuestra civilización como ya ocurriera en los años treinta del siglo pasado, o se trata de una crisis cíclica como las que hemos vivido en las últimas décadas? Nosotras y nosotros, ahora, carecemos de respuesta.

 La guerra de Ucrania y la OTAN 

La invasión de Putin a Ucrania marca un antes y un después en Europa al resquebrajarse las fronteras anunciando la recomposición del imperio ruso. Putin ha ido, paso a paso, anexionándose territorios como hiciera Hitler en 1938 con los Sudetes, Austria y después Polonia. Sin embargo el ejército ruso se empantana en Ucrania. La heróica resistencia de la población y el ejército ucraniano; el envío de armas por parte de Estados Unidos, Reino Unido y la UE; han dado como resultado un tipo de guerra convencional donde los rusos destruyen ciudades enteras como ya hicieran en Chechenia o Siria. La guerra de Ucrania no es la causante directa de todas las calamidades (como nos quieren hacer creer), sino un modelo de producción y consumo insostenible que se ha venido desarrollando a lo largo de los últimos cien años. La inflación y la crisis de suministros o materias primas se aceleran por la guerra, pero tienen raíces más profundas que son los mismos mecanismos sistémicos. Alemania, Francia o Italia buscan un acuerdo con Putin para evitar daños colaterales aún mayores en sus economías; mientras que los Estados Unidos están más interesados en una guerra prolongada que debilite a Rusia y de paso la competencia “interimperialista”. Nuestra opinión sobre posibles negociaciones es muy clara: solamente el pueblo de Ucrania es soberano para negociar o continuar la guerra. 

En este contexto el conflicto va más allá de una guerra convencional en la medida que involucra a Rusia que es una gran potencia nuclear. La cumbre de Madrid es un punto de inflexión. Nosotras/os estamos en contra de la OTAN y del nuevo concepto estratégico 2022 que sustituye a la estrategia en vigor desde 2010 y actualiza las posiciones de la Alianza. Antes Rusia fue aliada y ahora pasa a ser una amenaza directa. La estrategia incluye su expansión en Asia, apareciendo China como contraria a los intereses de los Estados Unidos. Igualmente, la inmigración ha tomado carta de naturaleza al fijar como objetivo el flanco sur. Esta nueva estrategia de intervención está envuelta en un lenguaje democrático y de defensa de los derechos humanos. Pero las intervenciones de la OTAN no están condicionadas por la defensa de los valores democráticos, sino de los intereses geoestratégicos de la primera potencia militar a nivel mundial, (que coincidan esas intervenciones militares en países donde sus poblaciones están siendo aniquiladas por sátrapas o sometidas a la barbarie local, no quiere decir que la OTAN sea una salvaguarda de las democracias y los derechos humanos). Peor aún, el nuevo concepto estratégico va a acelerar el gasto y las inversiones públicas o privadas en tecnologías e industrias de armamentos. El riesgo de un conflicto con armas nucleares aumenta. Como diría E.P. Thompson: “ La retórica de los derechos humanos les resulta (a la OTAN) bastante útil. Posibilita pasmosas victorias propagandísticas, repetidas veces, en la guerra fría retórica. Estas victorias, a su vez, legitiman los preparativos y planes militares occidentales.” (Derechos Humanos y Desarme, 29 de marzo de 1981). 

Todas las “guerras” del capital 

Para contrarrestar los efectos económicos y sociales del parón mundial que provocó el SARS CoV 2 (irrupción de las cadenas de valor y suministros), la Reserva Federal y el Banco Central lanzaron grandes sumas de dinero (12 billones de dólares), con el objetivo de impulsar el consumo y reflotar los sectores de la industria y el comercio más afectados. Estos estímulos junto con el aumento de los precios de la materias primas y la guerra de Ucrania ha disparado la inflación. La subida ahora de los tipos de interés para frenar el alza de los precios, va a provocar la caída de la actividad económica y, en consecuencia, el riesgo de una recesión mundial. Convergen de esta manera dos procesos económicos: el shock de la pandemia y los estímulos financieros. En términos marxistas podríamos decir que la producción de valor a nivel mundial está muy por debajo del dinero que hay en circulación. En ese sentido la inflación castiga no solo a las clases trabajadoras y populares, sino al conjunto de la sociedad (a excepción de los grupos económicos que se benefician directamente de la subida de los precios). Pero las consecuencias entre la población más pobre son devastadoras.

La relación de fuerzas dentro del capitalismo nos está siendo muy desfavorable a las clases trabajadoras, a los movimientos feministas o ecologistas; a los millones de refugiadas y refugiados que huyen sin destino del hambre y las guerras. Pero la partida no ha terminado. Una gran parte de nuestro futuro se juega en Ucrania. El apoyo a la resistencia armada ucraniana es una prioridad. Pero hay otras “guerras” del capitalismo global con diferentes protagonistas donde nos jugamos mucho.

El derecho al aborto en los Estados Unidos y el derecho existencial a ser mujer en Afganistán. La “guerra” contra el calentamiento global podría sufrir demoras irreversibles, justamente en una coyuntura histórica de crisis que hace aún más dependientes de las energías fósiles a las principales economías capitalistas. Este es un punto de vital importancia (junto a una hipotética guerra nuclear), que puede transformar la crisis capitalista en una crisis civilizatoria. También la “guerra” que libra el Capital frente a las fuerzas desorganizadas del Trabajo. La “guerra” cultural de las extremas derechas y populismos reaccionarios en contra de la diversidad étnica y género. La “guerra” para transformar las democracias en la “democracia iliberal” que proclaman las dictaduras como China o los regímenes autoritarios en Rusia, Turquía, Polonia o Hungría… En definitiva: una partida global con múltiples movimientos que se irán decidiendo en los próximos años o décadas. 

Léodile Béra 

Hace aproximadamente tres meses constituimos el colectivo Léodile Béra. En la carta de presentación decíamos: “ Necesitamos apoyarnos en valores positivos de igualdad, libertad y fraternidad, en que la especie humana es la Internacional, en las aspiraciones democráticas…” Ideas y valores que hoy toman todo su sentido. También decíamos: “...a la pregunta ¿de qué lado estás?, liberada de la manipulación geoestratégica o partidista que impone con Estados Unidos o con Rusia, con la izquierda o con la derecha”. Estamos del lado de la población; de las mujeres contra el régimen afgano o el Tribunal Supremo de los Estados Unidos; del pueblo ucraniano frente a Putín o de la población rusa que protesta contra la guerra. Estamos con las luchas obreras y populares. Estamos con las mujeres y hombres que se movilizan contra el cambio climático. A esta “utopía” te pedimos que te unas. El colectivo Léodile Béra es solo un pequeño instrumento de reflexiones e iniciativas. Te esperamos

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