Léodile Béra

domingo, 11 de diciembre de 2022

De los efectos de la guerra de agresión rusa a la urgencia de una Europa radicalmente descolonial




         Publicado en VIENTO SUR

La invasión de Ucrania decretada por Putin el 24 de febrero ha provocado lo contrario de todos sus objetivos. La resistencia a esta agresión revela lo que le está ocurriendo a una Ucrania supuestamente perteneciente al único pueblo ruso y a la que se le considera, desde la crisis de 2013-2014, de estar sometida a un golpe nazi apoyado por Occidente que amenaza con un genocidio contra la población rusoparlante.

Comparto las críticas a esta tesis realizadas por autores ucranianos de izquierda que son críticamente independientes de todos los imperialismos y de toda propaganda proestatal (incluida la de Zelensky)[01]. Obviamente, estas críticas no implican descuidar la importancia (en Ucrania como en Rusia, Francia y en otras partes del mundo) de las fuerzas de extrema derecha, su evolución y diferenciación ideológica y su relación con las instituciones y la violencia, sus medios,...[02] . el resultado de la guerra también pesará sobre estos factores. Desde el punto de vista de los excesos totalitarios del aparato estatal, Ucrania se compara favorablemente con la Federación Rusa y su control de los oligarcas, frente al "pluralismo oligárquico" de Ucrania y sus mayores márgenes de libertad.

Una sociedad movilizada en defensa de su dignidad, tanto en la paz como en la guerra

Son precisamente estos márgenes, inexistentes en Rusia, los que han permitido desafiar a los autócratas en el poder en las urnas y en las calles en varias ocasiones. Fue lo que ocurrió con la Revolución Naranja en 2004, catalizada por el rechazo a la corrupción y el fraude electoral y marcada por la esperanza popular en nuevos partidos supuestamente democráticos que se autodenominaban proeuropeos. La desilusión con estos partidos, a su vez plagados de corrupción, explica la posterior victoria de Yanukovich (llamado prorruso) en las elecciones de 2010, con una política que pretendía lograr un equilibrio entre Rusia y la UE. Pero el proceso de poner a prueba las promesas una vez llegado al poder continuó ante las prácticas del nuevo presidente oligárquico, sus decisiones verticales, el enriquecimiento de su familia y la violencia de sus fuerzas represivas. En 2014, ahí se encuentra la razón profunda de su descrédito, incluso en su propia región, y su huida a Rusia. Así, más allá de los episodios violentos y confusos, ciertamente marcados tanto por el apoyo occidental como por el musculoso servicio de orden de la extrema derecha que protegía a los manifestantes en 2014, la caída de Yanukovich (ratificada por el Parlamento) se debió ante todo a un nuevo ¡que se vaya! popular, fuera cual fuera la patrimonialización que hicieran de ello las diversas derechas.


El carácter complejo estos levantamientos es similar al de los Chalecos amarillos y tantos otros movimientos de masas en contextos políticos y sociales confusos. Los límites de esta revolución también eran evidentes: el régimen oligárquico no fue abolido en absoluto. Pero la etiqueta revolución expresa la acumulación de experiencias que dan fuerza duradera y profunda a las movilizaciones periódicas en una sociedad en busca de justicia social.

La revuelta de masas de 2014 fue definida como revolución de la dignidad, evocando a los cientos de miles de manifestantes que se organizaron para ocupar la Plaza de la Independencia (Maidan) mientras expresaban múltiples reivindicaciones. También se le llamó de forma menos convincente el Euromaidán, tratando de reducir el movimiento a un levantamiento proeuropeo. Pero, en Moscú y por una parte de la izquierda, se le asimiló a la revolución de colores (como la de 2004), considerándola como un peón instrumentalizado por las potencias de la OTAN. Este planteamiento (o más bien su ignorancia) también puede encontrarse en la sociedad en relación la guerra actual. Otra parte de la izquierda optó por unirse a Maidan luchando en varios frentes.

Ahora bien, las aspiraciones populares y la autonomía crítica de la sociedad frente a los partidos institucionales siguieron manifestándose tras el supuesto golpe nazi, durante el quinquenio del nuevo presidente y oligarca Petro Poroshenko elegido en 2014: la falta de estabilización del nuevo poder y su caída final en 2019 dan prueba de ello. Tras la anexión de Crimea y el estallido de la guerra híbrida en el Donbass (en la que murieron unas 15.000 personas), el país sufrió crisis de gobierno y escándalos financieros que afectaron a este presidente. Poroshenko apenas adoptó medidas sociales para ayudar a los miles de personas que huían de los conflictos en Donbass y fue incapaz de superar el estancamiento de los Acuerdos de Minsk . Cinco años después del llamado golpe, supuestamente controlado por Occidente, la capacidad autónoma de la población en relación al poder volvió a manifestarse con la elección, por sorpresa, de un actor judío ajeno a los partidos políticos existentes y cuya lengua materna era el ruso (Zelensky). Hizo una campaña prometiendo resolver pacíficamente el conflicto del Donbass y atajar la corrupción, lo que le granjeó una mayoría abrumadora sin precedentes en todo el país (muy alejada de los temas de extrema derecha que Poroshenko había asumido en parte).

La movilización popular contra la invasión y la movilización del gobierno de Zelensky a su cabeza -también imprevista por las fuerzas de la OTAN- consolidaron la popularidad de Zelensky, en todo el espectro político y en toda Ucrania. En la práctica, [esa movilización] fue la opción popular en defensa de la soberanía ucraniana. Lo que resulta es especialmente cierto entre la gran masa de población rusoparlante del este y el sur del país, supuestamente salvada del genocidio nazi. Las fuerzas rusas están lejos de controlar el territorio de las regiones anexionadas tras los [recientes] pseudoreferendums y tienen dificultades para encontrar alcaldes dispuestos a dirigir las ciudades.

En contra de las interpretaciones (y de las múltiples citas) según las cuales la OTAN empuja a Ucrania a una guerra interminable para acabar con Rusia, la situación va más bien en sentido contrario: presiones para atemperar la ofensiva ucraniana, como fuimos testigos a principios de noviembre. Fue el personal de la OTAN el que moderó las denuncias de Zelensky atribuyendo a Rusia los ataques que mataron a dos personas en Polonia. En realidad, aunque es cierto que sin las armas y la evidente ayuda logística proporcionada al ejército ucraniano, éste habría estado en una posición débil que le obligaría rendirse rápidamente, la fuerza de la resistencia y las victorias obtenidas se deben -detrás de las armas- a la determinación de una población que resiste a una agresión vivida como lo que es: neocolonial, imperial.

¿Qué izquierda pidió a los vietnamitas que negociaran, en lugar de ganar?

¿En francia, dudaría la izquierda de la realidad de la resistencia como lucha de liberación nacional si la operación militar hubiera sido lanzada por Francia contra la Argelia francesa? [Históricamente] La forma adoptada por la colonización rusa, y luego por la política estalinista, pesa mucho. Así lo señala la escritora e investigadora sobre la India Rohini Hensman:

Mientras que las colonias de las potencias imperialistas de Europa Occidental se encontraban principalmente en ultramar, los imperios mongol, de Europa Oriental y otomano compartían países colindantes, por lo que era fácil cometer el error de difuminar la distinción entre imperio y Estado. Mientras que nadie pensaría en la India como parte del Estado británico, cuando Putin considera que Ucrania forma parte del Estado ruso, no está solo, y no es la primera vez que lo hace.

Pero también pone de relieve, como lo hace muy claramente Bernard Dréano (que también reúne a Ucrania e Irlanda), los desacuerdos que dividen a los marxistas (y a los bolcheviques) en particular sobre cuestiones nacionales.

La ignorancia, el ocultación o la denigración de Ucrania como actor determinante tanto en los objetivos de Putin como en la resistencia a su agresión constituyen la base de la errónea asimilación de la guerra actual a una guerra mundial interimperialista, como lo fue la Primera Guerra Mundial. Evidentemente, presentarla como tal justifica el resurgimiento de las grandes consignas del pacifismo y del derrotismo revolucionario de la época y el llamamiento a volverse en todas partes contra el enemigo que tenemos en nuestro país. Me desvinculé de esta interpretación de la guerra actual en cuanto me negué a firmar el llamamiento feminista pacifista internacional que -con razón- se solidarizaba con las feministas pacifistas rusas pero no reconocía el derecho a resistir[10]de las feministas ucranianas. Numerosos textos (de mujeres y hombres de izquierdas de Ucrania que defienden este derecho -y el derecho a protegerse, ahora y en el futuro, sobre todo con las armas-) explicitan este debate en una compilación [de textos] que conviene leer y discutir.

Este derecho a resistir a la dominación rusa tiene, obviamente, efectos globalizadores. Volveremos sobreello. Es importante subrayar el impacto específico, esencial para el futuro y el desenlace de esta guerra, en las antiguas repúblicas soviéticas que se encuentran en el entorno inmediato de Rusia. Lo que nos limitamos a mencionar para llamar la atención sobre ello. Se trata de Bielorrusia -asociada a varios proyectos rusos, entre ellos la Unión Económica Euroasiática (UEE)- y Kazajistán, esencial para la alianza militar entre Rusia y varios Estados más (OTSC) que tuvo lugar a principios de 2022 tras los disturbios sin precedentes que se produjeron en ese país en 2021.

Cuestiones geopolíticas en Eurasia. Bielorrusia, entre la unión orgánica con Rusia y la UEE

La decisión de Putin no sólo estuvo marcada por un juicio equivocado sobre la sociedad ucraniana. También se basó en el resultado de la anexión de Crimea. Mientras que la anexión de Crimea fue recibida con patriótico entusiasmo popular en Rusia, entre los autócratas de las repúblicas aliadas postsoviéticas produjo una reacción totalmente distinta.

Pero Putin subestimó este factor debido a los recientes acontecimientos en Bielorrusia y Kazajstán.

En primer lugar, hay que recordar que la anexión de Crimea rompió con el Memorándum de Budapest de 1994, firmado por Rusia con Ucrania (y de forma similar con Bielorrusia y Kazajistán) con el apoyo de Estados Unidos: el acuerdo establecía que Rusia recuperaría todas las armas nucleares de la era soviética, pero a cambio respetaría las fronteras de los nuevos Estados independientes. Aunque esta anexión fue popular en Rusia, los oligarcas de Bielorrusia y Kazajstán, apegados a su soberanía estatal, la vieron con recelo.

Debido a eso, la orientación de Putin ha jugado pragmáticamente con varios escenarios y tipos de uniones. Por un lado, esperaba que Ucrania y Bielorrusia se acercaran a Rusia para consolidar un polo ruso en la construcción de una Unión Económica Euroasiática (UEE). Se inspiraba en la idea de una Unión Europea con su dimensión de comunidad compartida y separada (respetando la soberanía de los Estados). El proyecto pretendía integrar a todos los países ex soviéticos situados entre la Federación Rusa y la UE (entre ellos Georgia y Armenia, además de Bielorrusia y Ucrania), exactamente los mismos países que fueron seleccionados para participar en el proyecto de Asociación Oriental lanzado por la Unión Europea en 2009. Fueron las dudas de Yanukóvich y, en última instancia, su decisión de no firmar el acuerdo de asociación con la UE lo que provocó la crisis de 2013.

Tras la anexión de Crimea, el presidente Lukashenko, líder de Bielorrusia durante unos 25 años, se distanció de Putin, acercándose a la UE para diversificar sus dependencias y escapar a las sanciones. El autócrata prefirió negociar con una potencia rusa debilitada bajo Yeltsin que con un Putin que había restablecido el control sobre sus propios oligarcas y tenía claras sus ambiciones. Pero no dudó en recurrir a él cuando su propio poder se vio amenazado en 2020-2021 por el levantamiento popular contra el fraude electoral.

A continuación, entre ambos líderes iniciaron un proceso de negociación para lograr una estrecha unión que implicaba cambios constitucionales en Bielorrusia, para permitir la presencia de bases militares rusas (incluso nucleares), pero que reafirmaba la neutralidad del país y, por ello, descartar (por ahora) cualquier entrada directa en guerra. Lukashenko se vio obligado a precisar que el país no había sido engullido.

Pero esta evolución subraya -lejos de interpretaciones fatalistas del expansionismo ruso- que este acercamiento reciente ha ido a contracorriente de las tensiones visibles entre 2014 y 2022. Por tanto, este era un contexto clave para entender el optimismo de Putin al desplegar tropas en las fronteras de Ucrania en Bielorrusia a principios de 2022. Pero también fue la inestabilidad del poder de Lukashenko en su propio país lo que se puso de manifiesto en la búsqueda de ese acercamiento en la cúpula y en el ámbito militar. Y esto subraya que también es una posible fuente de debilidad para la aventura bélica de Putin.

La resistencia encontrada en Ucrania y, por tanto, la duración y la violencia de la guerra implican, sin duda, un curso represivo interno más radical en Rusia y Bielorrusia. Pero dista mucho de estar exenta de defectos. Y estos defectos son esenciales para el futuro. En los primeros días de la guerra hubo expresiones de solidaridad sindical contra esta invasión. Rápidamente se enfrentaron a una represión radical (como en Rusia), especialmente contra los dirigentes del Congreso Bielorruso de Sindicatos Democráticos (BKDP) y los sindicatos del metal (SPM) y de la radiodifusión (REP). Esta represión ha provocado protestas sindicales de solidaridad, especialmente en Rusia (de la KTR - Confederación del Trabajo de Rusia fundada en 1995, ella misma amenazada), y de Ucrania - de la Confederación de Sindicatos Libres de Ucrania KVPU[14]. De hecho, los ferroviarios bielorrusos han emprendido acciones de tipo partisano que seguramente desempeñarán un papel clave en / contra de esta guerra: dificultar a las tropas rusas la llegada de refuerzos y suministros a Ucrania.

Ninguna nación del mundo quiere la guerra. Los pueblos ruso, ucraniano y bielorruso no son una excepción. Pocos pueblos en el mundo han sufrido en su historia pérdidas tan terribles y han sacrificado la vida de decenas de millones de sus ciudadanos como nuestros tres pueblos, pueblos tan cercanos entre sí. Y el hecho de que el gobierno ruso haya lanzado hoy una guerra contra Ucrania no puede entenderse, justificarse ni perdonarse. El hecho de que el agresor invadiera Ucrania desde el territorio de Bielorrusia con el consentimiento de las autoridades bielorrusas no puede justificarse ni perdonarse.

Han ocurrido cosas irreparables, y sus consecuencias a largo plazo en la vida de varias generaciones envenenarán las relaciones entre rusos, ucranianos y bielorrusos. En nombre de los miembros de los sindicatos independientes de Bielorrusia, los trabajadores de nuestro país nos inclinamos ante vosotros, nuestros hermanos y hermanas ucranianos. Os pedimos disculpas por la vergüenza que el gobierno bielorruso ha impuesto a todos los bielorrusos, al convertirse en aliado del agresor y abrir la frontera con Ucrania.

Sin embargo, queremos aseguraros, queridos ucranianos, que la gran mayoría de los bielorrusos, incluidos los trabajadores, condenan las temerarias acciones del actual régimen bielorruso al tolerar la agresión rusa contra Ucrania. Exigimos el cese inmediato de las hostilidades y la retirada de las tropas rusas de Ucrania, así como de Bielorrusia.


El progreso de la resistencia ucraniana tendrá un impacto directo específico en todas las sociedades postsoviéticas, especialmente en aquellas (abiertas a las relaciones con Moscú, pero también con China y Occidente) con las que Moscú quiere estabilizar y ampliar la Unión Económica Euroasiática (UEE)[16]. Esta última está obligada a respetar la soberanía de los Estados. La capacidad de Moscú para explotar los conflictos internos de cada una de las sociedades de su entorno particular (como Armenia en sus conflictos con Azerbaiyán) no es una relación puramente basada en el poder. Ya se trate de los poderes autocráticos de las sociedades postsoviéticas o de las sociedades que aspiran a una mayor democracia y justicia social, la independencia de los nuevos Estados es una característica importante de la nueva fase histórica postsoviética.

Las dimensiones neocolonial y brutal de la intervención rusa en Ucrania son y serán factores desestabilizadores y de tensión en las relaciones de Moscú con sus vecinos. Lo mismo puede decirse de lo que ocurrirá más allá de Bielorrusia con la UEE y su homóloga militar, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).

La OTSC y la prueba de Kazajistán antes y después de la invasión rusa.

Esta alianza militar incluye a cinco antiguas repúblicas soviéticas (Kazajistán, Bielorrusia, Armenia, Tayikistán y Kirguistán) con Rusia. Nació tras el fracaso de proyectos anteriores mucho más amplios.

Copiando a la OTAN y con el objetivo de contrarrestar su peso o negociar esferas de influencia, su Artículo 4 es el equivalente del Artículo 5 de la Alianza Atlántica: en caso de acto de agresión contra uno de los Estados miembros, todos los demás deben prestar la ayuda necesaria, incluida la militar. Pero en la práctica, esta alianza militar no intervino como tal hasta principios de 2022. En 2019 estableció una fuerza de reacción rápida de 20.000 efectivos y una fuerza de mantenimiento de la paz de 3.600 efectivos reconocida por la ONU. Las opacas luchas de poder se han entremezclado con disturbios sociales sin precedentes en protesta por las subidas de los precios del gas natural licuado (en las que están implicadas empresas multinacionales).

A finales de 2021, el presidente de Kazajstán solicitó la actuación de la OTSC declarando el "estado de emergencia" supuestamente causado por una "intervención extranjera". La vuelta a la calma se vio facilitada por medidas sociales. Pero las fuerzas de la OTSC intervinieron a principios de enero de 2022 y se retiraron al cabo de una semana. Sin duda, Moscú contaba con aprovechar lo que parece un éxito de cara a futuras ocasiones ante el desorden mundial y la debacle de la OTAN en Afganistán.

De hecho, fue el temor a las intervenciones talibanes desde Afganistán lo que, al final de la operación de la OTSC en Kazajstán -y, por tanto, justo antes de la invasión de Ucrania-, dio lugar a propuestas para consolidar y ampliar las intervenciones de esta Alianza militar: el representante ruso en el seno de la Alianza evocó así el objetivo de "crear un cinturón de seguridad no sólo alrededor de Afganistán, sino también alrededor de la OTSC".


Tal escenario, sin duda deseado por Putin, encaja muy bien en el panorama de una recomposición de las esferas de influencia negociada sobre la base de relaciones de poder consolidadas para Moscú por la unión con Bielorrusia y el éxito atribuido a la OTSC en Kazajstán frente a la crisis de la OTAN. Cabe incluso la hipótesis de que Putin esperaba que su operación política en Ucrania fuera, como la de la OTSC en Kazajstán, extremadamente de corta duración y eficaz.

La resistencia ucraniana hizo fracasar este escenario. Por otra parte, Kazajstán, que desempeña un papel central en la OTSC y su futuro, no apoya abiertamente lo que se ha convertido en una guerra. Y, al igual que el aliado chino, no quiere quemar todas las cartas en la relación con Occidente, ni apoyar a un perdedor, ni mucho menos aceptar un incumplimiento aún más grave que en 2014 del Protocolo de Budapest, según el cual Moscú respetaba las fronteras de los nuevos Estados independientes recuperando sus armas nucleares. Significativamente, en Kazajstán se produjeron protestas populares contra la guerra (sin represión...), y el poder gobernante mostró neutralidad en lugar de un claro apoyo a Rusia.


Ilustrando la misma cuestión (que puede suscitar las mismas preocupaciones a Putin), el líder chino, supuestamente su aliado, visitó Kazajstán en septiembre. Xi Jinping incluso subrayó explícitamente el primer día de su visita al país centroasiático que ayudará a Kazajstán a "salvaguardar su independencia nacional, su seguridad y su integridad territorial", antes de ir a Uzbekistán...

Así pues, la guerra en Ucrania afecta profundamente al peso de Rusia en su entorno, mucho más allá de Kazajstán, como analiza Vicken Cheterian: "Tras la invasión rusa de Ucrania" asistimos a "una ola de desestabilización desde el Cáucaso hasta Asia Central".

La guerra en Ucrania sigue llamándose de forma orwelliana operación militar para minimizar su significado y evolución reales. Una declaración explícita de guerra (exigida por los halcones de extrema derecha rusos) sería peligrosa para la estabilidad interna de Rusia (como se descubrió en la reciente movilización limitada); pero como se ha señalado aquí, también sería problemática para los aliados más cercanos de Rusia.

Del mantenimiento de la OTAN a la construcción de la UE


El hecho es que para todas las corrientes o países alejados de Rusia -y a menudo ignorantes de la larga historia de sus relaciones con Ucrania- sus discursos contra la extensión de la OTAN a las puertas de Rusia y contra el supremacismo estadounidense tienen peso. Esto es cierto incluso cuando se denuncia la invasión de Ucrania: a menudo se presenta como reactiva o defensiva frente a una Alianza Atlántica construida contra Rusia y en el contexto de la evidente superioridad superioridad económica y militar del régimen imperialista estadounidense. Ahí emerge el neocampismo (apoyar el bando de cualquier enemigo del enemigo principal).


Sin escatimar la agresión rusa, Tony Wood trató de poner de relieve la "matriz de guerra" sobre tres ejes que interactúan: Estados Unidos, la OTAN y Ucrania. En su introducción, menciona una "responsabilidad inmediata" de la Rusia de Putin en esta guerra, que condena, y lo que llama una "responsabilidad histórica": la de la OTAN. Pero esta responsabilidad está mal definida. O bien se reduce a un contexto que no explica una guerra real, o bien a señalar las "armas" (de la OTAN) que luchan contra Rusia, omitiendo subrayar que detrás de las armas -y que las hacen más eficaces que las de las fuerzas rusas- están las opciones y motivaciones del pueblo ucraniano. ¿Había que renunciar a resistir frente a lo que se describe bien como agresión?; y si no, ¿con qué armas [defenderse]?



Además, es preciso debatir muchas otras zonas grises y puntos ciegos de los análisis si queremos comprender lo que está en juego en una situación sin precedentes históricos.


Por un lado, tenemos que hablar de una guerra concreta en una situación concreta. Y es más bien la crisis abierta y real de la OTAN en 2021 -y no la amenaza de la OTAN contra Rusia- lo que explica el aventurerismo de la ofensiva bélica lanzada por Putin. A esto se añaden, y también impulsan la ofensiva rusa, las causas del optimismo de Putin mencionadas anteriormente en relación con la fragilidad de Zelensky, la unión con Bielorrusia y el éxito de la OTSC en Kazajstán. Rusia no estaba bajo ninguna amenaza.

Además, el objetivo y la víctima de esta ofensiva -y la resistencia que encontró- sólo pueden entenderse desde el contenido imperial neocolonial ruso que niega el derecho de autodeterminación de Ucrania. El paso a una ofensiva que concrete tal relación lo permite el contexto a corto plazo percibido como favorable por Putin, pero se trata (como él mismo lo explicó) de una legitimación que pretende ser histórica al incluir la impugnación del reconocimiento de la independencia de Ucrania por Lenin (Putin dice la "creación"); a ello se añade el argumento antinazi que moviliza la memoria de la Segunda Guerra Mundial. Una vez más, se trata de una cuestión independiente de la OTAN.


Pero también hay que tener en cuenta el análisis concreto de la Alianza Atlántica y su evolución. Putin, como todo el mundo, sabía que sus miembros dominantes no votarían a favor de la adhesión de Ucrania, precisamente para proteger los intereses compartidos con Putin. Este punto no es un pequeño detalle. Su omisión forma parte de una visión anticuada y esencializada de una OTAN antirrusa que fusiona y oscurece varios contextos que aquí sólo podemos mencionar brevemente. Por un lado, Rusia no es la URSS (el eje del mal comunista) ni su continuidad. Y fue la Federación Rusa, encabezada por Yeltsin, la que constituyó un actor clave (junto con representantes de Ucrania y Bielorrusia) en la disolución de la URSS combinada con el desmantelamiento del sistema en una orientación capitalista, que fue acogida con los brazos abiertos por EE UU y el FMI. No fue una agresión externa, sino una decisión tomada por una parte esencial de la antigua nomenklatura comunista. Los escenarios de inserción en la globalización capitalista no fueron los mismos para la opaca unificación alemana, la Rusia de Yeltsin o China, ni para los distintos países de la antigua URSS o de Europa del Este. La nueva Federación Rusa fue recibida con los brazos abiertos por Estados Unidos -incluidas sus guerras sucias contra Chechenia, incluida la dirigida por Putin que forma parte de la ideología de asociación con la OTAN y sus nuevas "guerras de civilizaciones" contra el terrorismo islámico en sustitución del comunismo.


De hecho, la (nueva) Rusia no fue el objetivo de la continuación de la OTAN en 1991 y, más tarde, de los primeros cambios en sus funciones (con la primera guerra ofensiva de la OTAN sobre Kosovo en 1999). En ambos contextos, resulta más creíble subrayar cuál era la principal motivación de Washington: la unificación alemana y la construcción (simultánea) de una nueva Unión Europea que incorporara a esta Alemania unificada[27]. Fue una contingencia catalizada por la decisión sobre la unificación monetaria tras la caída del Muro de Berlín; una caída histórica, sin represión por parte de la RDA, porque contó con el apoyo de Gorbachov, que vino a negociar créditos con la Alemania Federal. El líder de la URSS esperaba construir una "Casa Común Europea", no sin la simpatía de Mitterrand. Y mientras Estados Unidos (y el Reino Unido) querían controlar una Alemania unificada incorporándola a la OTAN, Francia negociaba con la nueva Alemania el fin del marco alemán y la construcción de una nueva Unión Europea (UE).

Y fue en contra de la voluntad de autonomía política de esta UE y de su extensión hacia el Este de Europa que Estados Unidos marcó su propia agenda de la OTAN. Esta última estuvo al borde del colapso durante los primeros golpes contra la Yugoslavia de Slobodan Milosevic. El escenario de la guerra de tres meses en Kosovo es muy diferente del de Ucrania. Se suponía que la intervención ofensiva de la OTAN (sin mandato de la ONU) se limitaría a unos pocos golpes. Y para evitar la ruptura de la Alianza y el peor de los fiascos, fue necesario insertar rápidamente al Consejo de Seguridad de la ONU (y por tanto a Rusia) en el proceso de negociación del final de la guerra. Su Resolución 1244 -reclamada regularmente por Milosevic (pero no por los albanokosovares)- estableció un protectorado internacional provisional profundamente inestable y corrupto.


Era posible apoyar el derecho a la autodeterminación de los albanokosovares -contra el dominio que Milosevic quería imponer- y, al mismo tiempo, criticar radicalmente la continuación y los callejones sin salida de las nuevas funciones que Estados Unidos asignaba a la OTAN, acompañadas de fake news para legitimarlas. Nada de esto era una amenaza para Rusia. Las opciones provisionales de alianza de una parte de los albanokosovares (el ELK) con Estados Unidos y la OTAN no cuestionaron la raíz profunda del conflicto (histórico y concreto reciente) con Belgrado y, por tanto, la cuestión de la autodeterminación de los albanokosovares. Esto se expresó en contextos cambiantes, hasta que el Parlamento del país proclamó la independencia en 2008, que aún no ha sido reconocida por Belgrado ni, por tanto, por parte de la ONU y la UE.

Al igual que en Ucrania, la población de Kosovo juzgó la profunda corrupción y el desastre económico del país, al margen de las apuestas geopolíticas mundiales. En 2021, una votación popular masiva sin precedentes marginó a los partidos históricos aliados de Estados Unidos en esta antigua provincia de Serbia, decantándose por el joven partido de izquierda Autodeterminación: hizo campaña sobre la base de una crítica radical a la corrupción y en defensa de una agenda social sustancial, al tiempo que dirigía sus esperanzas hacia la UE Véase mi artículo ”Un tournant historique" y el dossier que resume la evolución de las elecciones en Kosovo, en la revista Inprecor http://www.inprecor.fr/article-Un-tournant-historique?id=2428]]. Al igual que Ucrania planteó la adhesión a la UE... ¿Cómo debe reaccionar desde la izquierda (crítica con la UE) ante esta demanda?

Ejes altermundialistas de solidaridad


La solicitud de adhesión de Ucrania a la UE, la militarización de los presupuestos asociada a la OTAN y los retos de la transición ecológica asociados a la guerra son los tres expedientes que deben abrirse y gestionarse urgentemente, pero de forma estable, a escala europea, y más allá, desde una perspectiva altermundialista. La magnitud de las crisis combinadas que la guerra agrava con efectos globalizados que afectan en primer lugar a las poblaciones más pobres, exige respuestas a la misma escala.

Debemos hacer frente a las divergencias reales y a la complejidad de lo que está en juego en estas distintas cuestiones en una perspectiva deliberadamente pluralista, para intentar ampliar los horizontes (y las distintas percepciones de lo que está en juego según las regiones, los países de los que hablamos, las historias vividas), el conocimiento necesariamente desigual de un pasado y un presente complejos, para aproximar los puntos de vista y los objetivos primordiales, esforzándonos por identificar lo que nos permita actuar en común.

Creo que es posible y necesario integrar las tres cuestiones mencionadas en un planteamiento general en/contra la UE, que podría encontrar su lugar en la revitalización de un espacio público y activista de debates europeos como podría haber sido el Altersummit.


Enfoques descolonizadores de Europa

En primer lugar, habría que tomar conciencia del perjuicio que supone ignorar todo un continente: Europa del Este, en sentido amplio, hacia Eurasia. La descolonización de los análisis y las respuestas exige una lucha semántica. Implica rechazar sistemáticamente la asimilación de Europa a la UE, al igual que Estados Unidos se autoproclamó América, hasta el punto de que se propusiera a las poblaciones de Europa del Este unirse a Europa, y los primeros comentarios radiofónicos sobre la guerra en Ucrania fueran "a las puertas de Europa". Este vocabulario tiene varias dimensiones: ¿cómo se puede criticar a Europa, sin que uno se convierta en nacionalista? Este era el estigma y la opción generalmente asociados a las convulsiones políticas de Europa del Este. Unirse a Europa sólo podía ser una prueba de progreso y civilización frente a la no Europa (oriental, o comunista, o balcánica...). Critiqué semejante vocabulario en el marco del subversivo Foro de Zagreb en 2012, en el que partició Attac, invirtiendo la luz necesaria desde la periferia balcanizada para criticar las prácticas y el vocabulario civilizadores"de la UE hacia los Balcanes y Europa del Este: "El Foro Social Balcánico: una oportunidad para otra Europa".

Es nuestra responsabilidad -que debemos compartir con nuestros colegas y camaradas de estos países- hacer balance de las condiciones en que estos países han sido explotados (en el contexto del desmantelamiento de su sistema y de la dictadura del partido único), mediante un dumping social y fiscal radical supuestamente destinado a modernizarlos y democratizarlos.

El hecho de que Volodymyr Zelensky utilice un vocabulario tan apologético en sus discursos ante el Parlamento Europeo no ayuda a convencer a los izquierdistas, que ya se inclinan por poner a Ucrania entre paréntesis, en su enfoque de la guerra. Pero, a este respecto, debemos distinguir dos aspectos: denunciar la guerra neocolonial de Rusia y reconocer el derecho de autodefensa del país agredido no depende de la naturaleza de los dirigentes de ese país (y no requiere un país ideal); pero, obviamente, somos políticamente libres de decidir cómo expresamos nuestra solidaridad.

Desde este punto de vista suscribo y propongo unirse a la Red Europea de Solidaridad con Ucrania que defiende la siguiente plataforma:


Nosotros, colectivos de movimientos sociales, sindicatos, organizaciones y partidos, de Europa del Este y del Oeste, opuestos (...) a la guerra y a todo neocolonialismo en el mundo, queremos construir una red desde abajo, independiente de cualquier gobierno para:

1.La defensa de una Ucrania independiente y democrática
La retirada inmediata de las tropas rusas de todo el territorio ucraniano. 

2.¡El fin de la amenaza nuclear que suponen la alerta de las armas nucleares rusas y el bombardeo de las centrales ucranianas!


3.El apoyo a la resistencia (armada y no armada) del pueblo ucraniano en su diversidad, en defensa de su derecho a la autodeterminación.


4.La anulación de la deuda externa de Ucrania


5.¡Acogida sin discriminación de todos los refugiados y refugiadas de Ucrania y de otros lugares!


6.Apoyo al movimiento antibelicista y democrático en Rusia y garantía del estatuto de refugiado político a los opositores de Putin y a los soldados rusos que deserten.


7.La confiscación de los bienes de miembros del gobierno, funcionarios y oligarcas rusos en Europa y en todo el mundo; y la aplicación de sanciones financieras y económicas protegiendo a los más desfavorecidos de sus efectos.

    Más allá de esto, también luchamos, junto con corrientes afines de Ucrania y Rusia, por

1.El desarme nuclear mundial. Contra la escalada militar y la mili-tarización de las mentes.

    2.El desmantelamiento de los bloques militares.

      3.Que toda la ayuda a Ucrania esté libre del control y de las condiciones de austeridad del FMI o la UE.

        4.Contra el productivismo, el militarismo y la competencia imperialista por el poder y el beneficio que destruyen nuestro medio ambiente y nuestros derechos sociales y democráticos.


        Como se indica all inicio de la plataforma, la red integra orgánicamente (en sus reuniones, campañas, debates) a componentes (asociaciones, sindicalistas, partidos) de Europa del Este. En la práctica, se ha dado prioridad a los vínculos con la ONG socialista Sotsianly Rukh (Movimiento social), sindicalistas de Bielorrusia y componentes de la izquierda rusa (con campañas de solidaridad con quienes se oponen a la guerra en Rusia o huyen de ella).


        Esto significa que la lucha contra la guerra se combina con varias campañas que pueden unirse: la exigencia de la anulación de la deuda ucraniana que perdona a los oligarcas y permite al FMI presionar para el desmantelamiento de los servicios públicos y el aumento de las tarifas energéticas; pero también campañas sindicales contra las leyes que se han propuesto y finalmente aprobado, aprovechando el contexto de guerra, para desmantelar los derechos sociales En esta web también se puede leer el análisis radicalmente crítico del proyecto para la reconstrucción de Ucrania preparado en la conferencia de Lugano en julio de 2022, que se orienta hacia una explotación social y ecológicamente desastrosa de Ucrania subordinada a la lógica del beneficio.

        "¿Debería la izquierda europea apoyar la solicitud de adhesión de Ucrania a la UE?", se pregunta un activista de Sotsialny Rukh (SR), y responde positivamente -también desde el punto de vista colectivo de su organización- a esta pregunta. No sin un lúcido análisis de lo que es la UE - y cuál ha sido su efecto en su periferia oriental y meridional. Escribe sobre este tema:

        Podemos aprender de la experiencia de otros países de Europa del Este y del Sur. Polonia, Eslovaquia y otros países de la UE han experimentado una liberalización en diversos ámbitos, directamente fomentada o tolerada por la UE. En muchos países de Europa del Este, la proporción de contratos de duración determinada aumentó en la década de 2000, mientras que los contratos indefinidos se hicieron más raros. Al mismo tiempo, se aplicaron reformas para facilitar el despido de trabajadores, por ejemplo, con el argumento de que así se crearían nuevos puestos de trabajo. Esta evolución se produjo, aunque de forma desigual, en todos los países de Europa del Este y se vio acelerada por crisis como la financiera de 2008, que condujo a una profundización de las políticas neoliberales en la UE y a escala mundial. También cabe mencionar el papel del Banco Central Europeo en la promoción del conservadurismo fiscal y sus consecuencias sobre el bienestar de la población, que hemos visto en el ejemplo de Grecia.

          Entonces, ¿por qué apoyar la adhesión a la UE? En realidad, la pregunta está desfasada, pero es interesante debatirla.  Está anticuada, porque  la solicitud oficial de adhesión ya se presentó, y cuatro meses después -el pasado junio- los 27 aceptaron a Ucrania y Moldavia como candidatos oficiales. Pero la cuestión sigue siendo interesante porque la condición de candidato no implica la pertenencia real. Abre un largo proceso de negociación, del que algunos países balcánicos llevan años sin salir: de la antigua Yugoslavia, sólo Eslovenia y Croacia se han integrado. Todas las demás repúblicas están a la espera de que concluya el proceso (y en parte está en suspenso en el caso de Bosnia-Herzegovina y Kosovo). Los representantes de los balcanes occidentales verían con malos ojos que Ucrania se integre más rápidamente que ellos.


          Así que la verdadera cuestión son las condiciones para la integración: ¿qué es lo que se negocia? ¿Tiene la izquierda alguna campaña de solidaridad que llevar a cabo en este frente?


          ¿Qué dice nuestro camarada ucraniano al respecto? Por un lado, señala que es posible explotar la solidaridad expresada hacia Ucrania ante la guerra para legitimar con fuerza condiciones específicas para el país:


          La UE debe admitir a Ucrania en condiciones que garanticen la posibilidad de una reconstrucción social e igualitaria y no crear obstáculos a la misma (...) La legislación europea sobre competencia y la restricción radical de las políticas proteccionistas crean importantes obstáculos a una reconstrucción social y progresista de Ucrania. Por lo tanto, deben establecerse excepciones a estas leyes para Ucrania. No sería el primer caso de este tipo. Países como Dinamarca incluso se han adherido a la Unión con condiciones especiales que han creado excepciones a otras leyes.


          Además, señala que se han promovido políticas neoliberales en Ucrania sin la adhesión a la UE, y especialmente en el marco de la "Asociación Oriental". La adhesión conferiría, al menos, derechos y no sería peor que la periferización absoluta sin derechos.


          Además, dice, que para el pueblo ucraniano

          La adhesión a la UE tiene una gran importancia simbólica: es el principal objetivo de la política exterior del país desde 2014. Oponerse a ella sería muy impopular y requeriría alternativas equivalentes claras que no existen actualmente.

          Cree que los derechos europeos son en algunos aspectos más progresistas que los ucranianos y, por tanto, que la integración en la UE favorece la lucha por los avances sociales. Y lo que es más importante,

          La integración puede facilitar la creación de redes de organizaciones locales como Sotsialnyi Rukh con otros actores de izquierdas y propiciar el desarrollo de relaciones a largo plazo, lo que, a su vez, puede garantizar que la atención a los problemas de Ucrania no permanezca ligada a los acontecimientos de la crisis.

        De hecho, esto es lo que la izquierda europea debería estar construyendo: vínculos euroeuropeos con los países de Europa del Este y los Balcanes para campañas por derechos y objetivos comunes. Y por una revisión de las condiciones de adhesión. Para ello, es necesario cuestionar los tratados existentes, sus modificaciones en curso (sin proceso constituyente) y las políticas aplicadas frente a las grandes crisis entrelazadas: medioambiental, financiera (desde 2008 - qué transformaciones y fragilidades bancarias) y política (efectos de la guerra en curso).


        La ayuda a Ucrania no implica la militarización de los presupuestos: que las políticas presupuestarias y militares de cada país estén sujetas al control de las sociedades

          Es esencial poder defender una política de solidaridad con la resistencia (armada y desarmada) de Ucrania contra una agresión neocolonial asesina, y mantener un juicio independiente y crítico sobre las políticas de nuestros gobiernos. He citado explícitamente la plataforma de la Red Europea de Solidaridad Ucrania (ESN/ENSU). Repito sus últimos puntos:

        1.Por un desarme nuclear mundial. Contra la escalada militar y la militarización de las mentes.


        2.Por el desmantelamiento de los bloques militares


        3.Para que toda la ayuda a Ucrania esté libre del control y las condiciones de austeridad del FMI o la UE.

        4.Contra el productivismo, el militarismo y la competencia imperialista por el poder y el beneficio, que destruyen nuestro medio ambiente y nuestros derechos sociales y democráticos.

        Pero la forma de luchar por estos objetivos exige romper un enfoque general y esencialista de la OTAN y de las ayudas, y distinguir entre varias cuestiones que deben debatirse para construir una iniciativa mundial a favor de una paz justa y duradera:

        · La OTAN debería haberse disuelto con el Pacto de Varsovia en 1991. Su mantenimiento y la evolución de sus funciones (de alianza defensiva a alianza ofensiva que interviene en cualquier lugar) no han sido procesos transparentes ni democráticos. La evaluación de sus intervenciones debe hacerse en cada país implicado. Pero lo mismo vale para todos los pactos militares: hay que oponerse a la lógica del reparto de esferas de influencia basada en pactos permanentes que disfrazan mal las relaciones de dominación.

        · Todos los ejércitos deben ser devueltos a su territorio de origen y puestos bajo el control de los países afectados. Esto abriría un proceso concreto de desmilitarización y el análisis caso por caso de la ayuda militar para causas consideradas justas. En este marco, las fuerzas armadas de un país también pueden participar por acuerdo internacional en acciones de mantenimiento de la paz fuera de su territorio, bajo el control de la ONU o de los países interesados.

        · La guerra en Ucrania fue lanzada por Rusia. La ayuda a Ucrania no convierte la guerra en una guerra interimperialista. La ayuda para la defensa a Ucrania es legítima y debe permanecer bajo el control del pueblo ucraniano y de su criterio sobre las condiciones de negociación.

        · Cada población de cada país debería poder controlar qué presupuestos se destinan realmente a Ucrania y a otros objetivos y conflictos: un movimiento global progresista contra la guerra no puede equiparar la guerra de agresión de un país dominante con la guerra defensiva de un país agredido. Hay que defender una lucha justa -con las armas en la mano contra la agresión armada-, aunque también se reconozca la objeción de conciencia y la posible opción de la resistencia no violenta. Esta opción pertenece a la gente y a los pueblos agredidos.

        La reconstitución de un Estado y un régimen autocráticos en Rusia con dimensiones militares e intervencionistas imperiales plantea evidentes problemas de seguridad a los países próximos a Rusia y a las poblaciones de la federación susceptibles de rebelarse contra las relaciones de dominación. Es el caso de Chechenia. El hecho de que los países afectados perciban (con razón o sin ella) a la OTAN como un marco protector hace imposible que la izquierda se movilice a favor de la disolución de la OTAN mientras continúe esta situación de amenaza por parte de Rusia. Pero esto no significa que no sea necesario criticar los planes de la OTAN y la ampliación de sus presupuestos.

        De las sanciones contra el régimen de Putin a las políticas medioambientales de la UE

        La emergencia climática y la solidaridad contra esta guerra deben combinarse con nuestras críticas a la UE: el régimen de Putin alimenta sus políticas agresivas con la renta de los combustibles fósiles. Las sanciones contra las importaciones rusas deben acelerar al mismo tiempo el proceso de transición energética y, por tanto, rechazar obviamente el aumento de la producción de combustibles fósiles en otros lugares y, en particular, el despliegue de la producción y distribución de gas natural licuado.

        Al mismo tiempo, esta política exige la protección de los derechos sociales y el empleo, lo que implica un vasto proyecto paneuropeo de planificación de reconversiones e inversiones en energías renovables. Esto podría dirigirse a las poblaciones de todos los países europeos, incluida Rusia, siempre que cese la guerra.

        ¿Utopía? Convirtámosla en una utopía concreta - y "si no nos dejan soñar, mantengámonos despiertos"...

          Artículo publicado en revista Les possibles/ATTAC-France

          Traducción: viento sur



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