Léodile Béra

domingo, 19 de febrero de 2023

Hipocresías helvéticas. Un año de guerra en Ucrania





Luca Torti        28 de enero 2023


El 24 de febrero del 2023 concluirá el primer año de guerra en Ucrania. Una guerra decidida y desatada por la Rusia de Putin contra un estado vecino soberano de unos 42 millones de habitantes. Y hay quienes todavía no lo han entendido.


Hay quienes no han entendido que los soldados rusos han cometido crímenes de guerra, crímenes contra la Humanidad, violaciones masivas, secuestros de adultos y menores, continuos ataques y bombardeos contra objetivos civiles de todo tipo, hasta amenazado en varias ocasiones con utilizar armas nucleares.

Putin, el estadista tan cortejado por todo Occidente hasta ayer como el dueño de las fuentes de energía indispensables, ha demostrado lo peligroso que puede ser el nuevo viejoimperialismo ruso, no sólo para Ucrania, sino también para el resto del mundo.



Los que aún no lo han entendido, o fingen no entenderlo, han tomado la costumbre de presentar vagas propuestas de negociación, de invitar a Ucrania a mostrar flexibilidad, de mostrarse dispuesta a conceder algo a Putin, de exigir al país invadido que deje de pedir armas, apelando ala intervención de la ONU y implorandoPaz, afirmando en voz baja que todo puede resolverse mediante la negociación, y más…Pero que negociación ?


En todo esto, el intento de equiparar agresores y agredidos, autor y víctima, es insostenible, además de moralmente vergonzoso. Hay un intento solapado de convertir una guerra de agresión en una guerra por delegación, un enfrentamiento entre gigantes geopolíticos, entre Rusia y la OTAN.


Cuestionan la tradicional neutralidad suiza, esa “neutralidad”que siempre fue a geometría variable y es siempre tan artificiosamente alabada en los discursos dela Fiesta nacional del 1 de agosto.

Veamos más de cerca la realidad de esta supuesta neutralidad: Sólo en los últimos años, en términos de materias primas rusas como gas y petróleo, los beneficios para el Kremlin se estiman en 200.000 millones de dólares anuales. Entre el 60% y el 80% de este comercio ha tenido a Suiza como paso de compraventa, contratos y pagos, en particular Ginebra, Zug y el Tesino. En 2016, los dos mayores bancos suizos, CréditSuissey UBS, prestaron a las petroleras rusas 300.000 millones de dólares. Suiza es también un refugio estratégico para el capital ruso. Hay entre 150.000 y 200.000 millones de Francos suizos depositados por oligarcas rusos en bancos suizos.Glencore, multinacional suiza y gigante mundial del comercio de materias primas, salvó al banco Rosneft de la quiebra hace unos años. Empresas rusas como Gazprom, NordStream 2, Sber Trading, VTB Bank, se instalaron en Suiza tras la llegada de Putin al poder.

Evidentemente, todo esto responde a opciones políticas y económicas no casuales. De hecho, el papel de Suiza como plataforma mundial de estos intercambios, su situación geográfica, la benevolencia de sus autoridades federales y cantonales hacia estos sectores económicos, y su sistema bancario ágil y discreto, lo han favorecido. Tras casi un año de guerra, Suiza aplica sanciones sin la severidad necesaria. Incluso desde dentro de los grandes partidos que gobiernan Suiza se critica al Consejo Federal porsu falta de convicción, mala voluntad y lentitud.[[1]] Un ejemplo son las cuestionestardías de la Secretaría de Estado al Comercio a los bancos sobre los activos rusos depositados en Suiza, con plazos hasta las Calendas Grecas. O el pasado agosto 2022, la llegada a Suiza de oro ruso para ser refinado por un importe récord absoluto de 312 millones de Francos suizos ya que Suiza es la mayor plataforma mundial de refinación del oro.

La UDC [[2]], el gran partido nacional-conservador suizo, y a su derecha la Lega dei Ticinesi, tienen su habitual cara dura para denunciar que la aplicación de sanciones a Rusia por el gobierno suizo es nada menos que traicionar y pisotear la neutralidad suiza. Los empresarios y banqueros que mandan en la UDC no escondieron que quieren seguir haciendo negocios con Rusia. La sacrosanta neutralidad suiza es el universalismo del business helvético. En realidad, el capitalismo suizo tiene su parte de responsabilidad en esta guerra, a saber, la de haber contribuido a poner económicamente a Putin en condiciones de desencadenarla y desarrollara. Lo que ha hecho también la mayor parte de Occidente.

Ahora tienen que ocultar los daños, las consecuencias. Hay que intentar darle la vuelta a la tortilla, es decir, intentar equiparar a rusos y ucranianos, a Putin y Zelensky, a agresores y agredidos. Todo ello aderezado con eslóganes pegadizos e irreprochables como “paz” y “negociación”. Además de jugar la carta de la neutralidad, quieren hacernos creer que la neutralidad suiza era firme e inmaculada hasta el 24 de febrero de 2022, sólo para violarse unos días después con la decisión de unirse a las sanciones.

Que la derecha económica y financiera juegue así no es ninguna sorpresa. Las sanciones, aunque aplicadas sin mucha convicción, siguen generando algunas dificultades, hacen más difícil mantener el flujo de negocios y beneficios al que se habían acostumbrado nuestros capitalistashelvéticos. Es demasiado evidente que intentan con el argumento de la neutralidad obstaculizar el mantenimiento de las sanciones, incluso su ampliación si la situación lo requiérase.
Como también algún reducto estalinista, para quienes Putin no sería más que una continuación de la URSS … y de la triste experiencia de su época.

Muchos otros, en cambio, pensemos en los pacifistas numerosos y influyentes en el Partido Socialista suizo, cuestionan honestamente la duración del conflicto y sus secuelas humanas, sociales, económicas y medioambientales. Por desgracia, la situación debe analizarse por lo que es, no por lo que nos gustaría. Putin no atacó Ucrania porque le provocara Occidente (si así fuera, ¿qué culpa habrían tenido los ciudadanos ucranianos para merecer semejante violencia ?), sino por una lógica interna del imperialismo ruso, para responder a las dificultades internas de su sistema en plena crisis social y económica. Probablemente también para conquistar para oligarcas afines a Putin territorios ricos en materias primas, nuevas salidas marítimas, elinmenso potencial agrícola de Ucrania y su mercado de 42 millones de personas.

Todo ello justificado con esa aversión reiteradamente reafirmada por Putin hacia las opciones del periodo leninista entre 1917 y 1924cuando se afirmaba elderecho de autodeterminación de los pueblos, en particular de la Republica soviética de Ucrania.

Revivir el imperiosignifica negar este derecho, restaurar la Gran Rusia de antes del 1917, devolver al redil a quienes se habían atrevido a extraviarse. Desde el principio de su carrera política en 1999-2000, Putin siempre se ha comportado así. Prueba de ello son sus aventuras militares imperiales: la guerra de Chechenia (1999-2009), desde 1999 hasta hoy en la provincia de Batkenel apoyo a Tayikistán contra Kirguistán, habiendo bases militares rusas en ambas antiguas republicas soviéticas, Georgia (2008), Crimea anexionada en 2014, Siria desde 2015 en defensa del carnicero Assad, Kazajistán del dictador Tokayev a principios de 2022, apoyo incondicional a Lukashenko, otro paladín de la democracia en Bielorrusia. La invasión de Ucrania no es, por tanto, un accidente de camino, ni una respuesta a las provocaciones de Occidente. Las razones de esta guerra hay que buscarlas dentro de Rusia y no en otra parte. 

Las fuerzas de la izquierda radical ucraniana -políticas, sindicales, feministas, ecologistas, anarquistas- llaman enérgicamente a la izquierda occidental a despertar, a comprender una cosa muy simple: rendirse, negociar, ceder, es de hecho prolongar esta guerra. Putin no respetará ningún tratado, ningún acuerdo. Toda su voluntad durante este primer año de guerra está en la destrucción de infraestructuras civiles, el bombardeo indiscriminado de centros de población, en fosas comunes y lugares de tortura, y discursos delirantes en los que simplemente niega a Ucrania el derecho a existir. Por tanto, mientras el pueblo ucraniano mantenga su voluntad de resistir y liberar su territorio, nosotros mantendremos nuestro compromiso de solidaridad.

El camino no es, pues, aconsejarles qué hacer o ponerse en su lugar, sino luchar por una Suiza que deje de ser una caja fuerte del putinismo. Todos los activos de los oligarcas rusos deben ser congelados, confiscados y desviados como compensación parcial por el inmenso daño causado por la agresión armada. Muchos de estos oligarcas deben a Putin prestigio y riquezas, favores y privilegios que les han hecho muy ricos. Muchos de ellos ya se conocían en el momento de su primera elección en 2000, y compartían carreras e intereses con él. Son corresponsables de lo que está ocurriendo y, si las autoridades políticas suizas, federales y cantonales, se niegan a cambiar el paso, también tienen parte de esta responsabilidad. Olvídese de coloridos llamamientos a la amistad con el pueblo ucraniano, de visitas relámpago a Kiev, y de conferencias internacionales sobre la reconstrucción de Ucrania como aquella de Lugano en julio del 2022 donde las empresas suizas y occidentales se repartieron de antemano el pastel futuro de esta reconstrucción.

El movimiento de solidaridad con el pueblo ucraniano (¡que no hay que confundir con el gobierno de Zelensky!) debe centrarse en estos objetivos si realmente quiere tener impacto y ser eficaz.

También debe comprometerse concretamente a luchar contra el rearme de Suiza que nos quieren hacer tragar. Este rearme multimillonario, de 5.000 a 7.000 millones de Francos suizos de aquí a 2030, irá en detrimento de todos nosotros. 

Nos golpearán en el ámbito social, tendremos ataques cada vez más violentos en el sector de las pensiones, nos dirán que tenemos que renunciar a la poca transición ecológica prevista (véase el recién elegido Consejero Federal Albert Röstide la UDC declarando hace unos días que no descarta ayudas públicas para la modernización de las centrales nucleares), a proyectos de lucha contra la violencia de género, a la mejora de la escuela y la formación, al fortalecimiento de sectores decisivos como la sanidad.

Por otro lado, veremos, por ejemplo, intentos cada vez más audaces de flexibilizar la ley de exportación de material bélico, otro caballo de batalla de todo el importante sector armamentístico suizo. Y por último, pero no por ello menos importante, en ausencia de un fuerte movimiento de oposición, empezarán a surgir partidarios, no sólo de una mayor integración/colaboración con la OTAN, que ya fue la regla desde los años 1950,sino incluso de una adhesión pura y simple, siguiendo el camino de la “neutra” Suecia.

En verano del 2022, la Consejera Federal democristiana Viola Amherd, ministra de Defensa, se apresuro a comprar unos 36 cazas estadunidenses F-35A, de preferencia al Rafale francés o el sueco Grippen, porque el F-35 es el nuevo cazade la mayoría de los países de la OTAN,y por eso favorito del Estado Mayor helvético. Y para dar una bofetada antidemocrática al Movimiento para una Suiza Sin Ejercito que había reunido mas de 100’000 firmas de ciudadanas y ciudadanos en una iniciativa constitucional contra esta compra, iniciativa que tenia que haber sido sometida a referéndum. Pero ya no pudo serlo. En substitución de los F/A-18 y F-5Tigerque también habían sido una aproximación a E.E.U.U. y la OTAN.

No hay que olvidar que la OTAN pide a sus miembros una contribución del 2% de su PIB, mientras que Suiza pretende llegar al 1% con su proyecto de 7.000 millones.
Esto podría dar ideas a algunos…

Por tanto, ¡hagamos la verdadera campaña pacifista en casa oponiéndonos firmemente a este rearme!


(traducido del italiano)
https://mps-ti.ch/2023/01/un-anno-di-guerra-e-ancora-ce-chi-non-ha-capito/


[1] El Consejo Federal es el gobierno federal colegial de Suiza de siete miembros elegidos por el Parlamento: Dos UDC, dos Liberales-Radicales, una Demo-Cristiana, dos Socialistas. En derecho constitucional, un directorio.

[2] Unión Democrática del Centro, en alemán SchweizerischeVolksPartei/SVP = PartidoPopular Suizo.

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