Marisa Tercilla - TASS
Escribo después de observar las interpretaciones que las distintas organizaciones de mujeres y movimientos feministas han dado han tema de los cuidados este 8M, en Bizkaia, donde habito y desarrollo mi actividad profesional como cuidadora a domicilio en un servicio SAD Municipal.
Deseo, a la vez, explicaros en que consiste este trabajo y la situación que vive el sector y sus trabajadoras.
Comenzaré diferenciando los distintos tipos de cuidados: No son lo mismo los cuidados intrafamiliares o de grupos convivientes que los profesionales y no son lo mismo las cuidadoras a domicilio (Servicio público, aunque “externalizado”) que las empleadas de hogar. Este último servicio no parte de lo oficial, las personas que lo contratan lo hacen a nivel personal y tiene otras connotaciones. No entraré en demasiados detalles para no hacerlo excesivamente largo y tedioso. Lo que si diré, en cambio, es que todos ellos tiene en común la infravaloración del trabajo realizado en el salario, el poco reconocimiento en lo social, y el intento pertinaz de casi-esclavizarnos (y digo casi porque nos defendemos con uñas y dientes). También se cumple esto en las personas gerocultoras o de atención socio-sanitaria en residencias, a las que se conoce mejor, por ende, de las tristes e indignantes muertes y circunstancias que se dieron en la pandemia.
En los cuidados a nivel intrafamiliar o convivencial, por supuesto, es urgente que todos, todas y todes se involucren por igual en las tareas y se redistribuyan equitativamente todos los trabajos: El de crianza, el cuidado de las personas y el del espacio que se habita.
Dada la desigualdad de las cifras que aun hoy se dan, después de “igualados” los permisos por maternidad y paternidad, cuestión que en este asunto parecía determinante (demos tiempo para ver cuánto se tarda en avanzar otro misero 1%) tenemos que decir bien claro y bien alto: Las mujeres no llevamos en nuestro ADN ningún gen diferenciado que nos impulse a cuidar o limpiar y que nos haga “buenísimas” para ello. Es una cuestión de construcción socio-cultural de esta sociedad patriarcal-capitalista, a la que le ha convenido especialmente que las mujeres hiciéramos estos trabajos a “coste 0”.
En la situación de las trabajadoras del hogar es particularmente indignante la remuneración si se trata de trabajadoras llamadas internas. Es este caso la relación precio/hora es tan paupérrima que bien podemos hablar de “esclavitud” pura y dura. Jornadas interminables, escasísimos momentos de descanso durante la jornada, fines de semana cortísimos (en el caso de existir) y pretensiones de cobrarles manutención y habitación (que además será habitualmente la peor acondicionada de la casa), se ven amparadas y auspiciadas por la “ley de extranjería”. Sus contratos cuando existen suelen ser engañosos y al ir por vía privada se pretende colar trabajos de cuidados por labores del hogar. Ambos trabajos son distintos y si la titulación de su trabajo no responde a la realidad estamos hablando de fraude y es denunciable. La situación precaria y especialmente vulnerable de estas compañeras, generalmente extranjeras y sin papeles, las hace presas fáciles y viven situaciones muy desagradables en las que se intentará aprovecharse de ellas en todos los sentidos posibles.
En los cuidados de SAD-SERVICIO DE ATENCIÓN DOMICILIARIA atendemos personas dependientes en sus distintos grados - con valoración de dependencia oficial y no solo personas ancianas, para que puedan permanecer en sus hogares sin institucionalizarse. Debemos seguir una preparación previa obteniendo, tras un largo curso, el certificado de profesionalidad que nos habilita para ejercer como técnicas de atención socio-sanitaria a domicilio.
Son servicios públicos, de titularidad municipal, que se han subcontratado a empresas privadas con todo lo que ello conlleva: Se engorda el bolsillo de estas empresas detrayendo un pellizco importante del dinero destinado a pagar a las mujeres que prestamos el servicio, ya que es un servicio totalmente feminizado
Estas empresas y sus directivos tienen la desfachatez de ofrecernos en mesa de negociación, de Bizkaia, una miserable subida del 3,5% en tres años 2023 a 2025, después de ocho años sin actualización del convenio y de una pérdida de poder adquisitivo estimado en un 18%, cuando sabemos que las arcas municipales están dispuestas (así nos lo han transmitido) a subir alrededor de un 22% para la prestación del servicio y eso solo este año. Subidas ocurridas desde el 2015 las han absorbido las patronales y de ello no hemos visto nada las trabajadoras.
Otra vez nos encontramos con el patriarcado y el sistema capitalista. Hombres jefes con todas sus subordinadas mujeres en un sector totalmente feminizado (técnicas socio-sanitarias, personal administrativo y jefaturas intermedias).
En el municipio donde trabajo llevamos desde junio del 2022 en huelga, 30 días desde entonces y así seguiremos aumentando cada mes un día mas de paro hasta conseguir un sueldo y condiciones laborales dignas, que se correspondan con el magnífico trabajo que desarrollamos. No es una medalla injustificada: El grado de satisfacción del servicio es del 99,90 %. La gran valoración de personas usuarias y su entorno es para nosotras una satisfacción personal y profesional importantísima, nos mantiene “cuerdas” y con la autoestima alta a pesar de lo gran desconocido y poco estimado, a nivel general, de nuestra labor.
Seguramente conoceréis de la ardua lucha de las compañeras SOCIO-SANITARIAS DE RESIDENCIAS en Bizkaia. Estuvieron peleando un largo año entero y consiguieron que los familiares de las personas usuarias se unieran y les apoyaran en su lucha. A día de hoy, y dada la situación, las asociaciones de familiares se han constituido en federación y las compañeras vuelven a la lucha porque las ratios no se cumplen y no pueden prestar los buenos servicios que quieren y deben cumplir.
Manifiestan: “Cuidamos personas, no muebles”. “Esto no es una cadena de producción”.
Claro que hay que decir de nuevo: Sector feminizado en un porcentaje altísimo. De otro modo: ¿hubieran estado un año completo de huelga? Las diputaciones provinciales, titulares públicos del servicio, no se involucran y dejan a su suerte a estas compañeras trabajadoras de residencias y a las personas usuarias, para seguir ofreciendo a sus amigos empresarios pingües beneficios a costa de lo público.
Espero no haberos cansado, y que hayan quedado aclaradas las distintas clases de cuidados y quien y en qué condiciones cuidamos. Tenemos todas en común: Ser mujeres, mucho contrato precario y mal pagadas, o no pagadas.
¿Por el simple hecho de ser mujeres nos tenemos que ver avocadas a no tener un trabajo digno? Y ¿El impacto que esto tiene en nuestra pensión? Los datos que nos cuentan los movimientos de pensionistas son claros, las mujeres cobramos menos y más tarde, puesto que nuestra vida laboral viene determinada por ser mujeres. Todo apunta a que así seguirá siendo.
Nunca pensé que, a estas alturas del siglo XXI, aun tuviéramos que decir lo que en este escrito he contado. ¡Abrazos sororos a todas!
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