martes, 30 de mayo de 2023

La izquierda ante el espejo




Jesús Jaén Urueña

La derrota del domingo 28 de mayo no admite paños calientes. Las causas han sido identificadas por muchas personas. Sin embargo conviene no mezclar. En mi opinión hay que distinguir entre causas estructurales (objetivas) y circunstanciales (subjetivas). Las primeras afectan a un ciclo. Las segundas al balance de los protagonistas del 28M.

Entre las primeras debemos hablar de dos grandes tendencias a nivel mundial y de Europa. Desde 2016 creo que vivimos un ciclo político conservador: el repliegue de las sociedades y de las poblaciones hacia valores marcados por la identidad nacional. En segundo lugar, ese repliegue nacional ha ido alimentando tendencias profundamente reaccionarias en nuestras sociedades como el machismo, el racismo, la homofobia, etc.

Pero el contexto no puede explicarlo todo. Ni siquiera la globalidad, porque si así fuera, deberíamos rendirnos a un fatalismo objetivo. Tampoco puede ser una justificación el hecho “técnico” de que los sistemas de representación electoral no son completamente justos. Con el mismo sistema hubo mayorías de izquierdas y de derechas, alcaldesas de izquierdas y alcaldesas de derechas, presidentes y presidentas, etc, etc.

Por lo tanto, creo que se trata de hacer un análisis concreto de la situación concreta. Los datos están ahí y no los voy a repetir. Me limitaré a dar una valoración personal.

La izquierda ha perdido las elecciones y más poder institucional que nunca, pero ni toda la izquierda ha perdido, ni toda la izquierda ha perdido en igual medida. Bildu por ejemplo ha ganado (¿marco autónomo de la lucha de clases como decíamos en la transición? En gran parte sí). El PSOE ha perdido un punto y medio pero podía no haber sido catastrófica la derrota, como al final lo fue. Ese punto y medio se agravó por dos circunstancias: el PP se tragó entero a Ciudadanos y, lo peor, a la izquierda del PSOE todo fue un horror.

Nada más lejos de mi intención blanquear la derrota del PSOE. No comparto infinidad de medidas del Gobierno de coalición como la reforma laboral; más aún, repudio su gestión y su responsabilidad ante las 23 personas muertas en la verja de Melilla o la de haber abandonado a su propia suerte al pueblo saharaui. Pero estamos hablando de otra cosa.

La izquierda que tiene que dejar de mirarse al ombligo y mirarse en el espejo, es aquella que algunas personas ayudamos a fundar en el Teatro del Barrio de Lavapiés en el año 2014. Aquella que intentó desarrollar un proyecto democrático y transformador montando miles de círculos en nuestros barrios, pueblos y ciudades. Aquella que incurrió en los mismos defectos que tanto criticamos: elitismos, comportamientos no democráticos, culto a la personalidad, dejarse absorber por la vida institucional y, sobre todo, perder de vista cómo vive la gente, lo que piensan y opinan de nosotras y nosotros. Porque si vives de espaldas a la realidad, al final, la realidad te dará la espalda.

Y aquí llegamos a estos últimos años en los que esa izquierda, debilitada, fraccionada y peleada; decidió ir a las elecciones andaluzas o a las municipales y autonómicas del 28 de mayo en micro candidaturas del 4 y pico por ciento ¿Cuántos miles de votos se han tirado a la basura? ¿Cuántas diputadas o diputados, concejalas o concejales nos hemos dejado por el camino?

Cabe esperar que el 23 de julio sea diferente. Antes dije que no comparto la orientación del Gobierno de coalición. En ello incluyo a Unidas Podemos y todo aquello que ha tenido que ver con su entorno. Como dice el compañero Daniel Tanuro -ecosocialista de la Cuarta Internacional- en relación al cambio climático ¡Demasiado tarde para ser pesimistas! Esta es la contradicción política que por desgracia tenemos ahora con las elecciones generales del 23 de julio.

Sin embargo, nada puede justificar que nos mantengamos al margen de la durísima lucha que vamos a vivir estos cincuenta y pico días. Las derechas todas: conservadoras, trumpistas, ultras, etc; van a intentar tomar la última plaza que les queda: el Palacio de la Moncloa ¿Se lo vamos a permitir? ¡No! Sería la peor etapa en España desde hace cincuenta años. El triunfo de estas derechas el 23 de julio significaría casi un poder absoluto. Demasiado tarde para ser pesimistas y demasiado tarde para bajar los brazos. Toca remontar.














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