Por Jesús Jaén
En el año 2015 el Partido Republicano en los Estados Unidos era todavía el típico partido conservador del siglo XX. Cierto que convivía con un ala radical agrupada en torno al Tea Party, pero el aparato del partido y las bases estaban integradas en el sistema. La victoria de Donald Trump (2016) fue el anuncio de que el ciclo histórico estaba cambiando. El 6 de enero de 2021 miles de seguidores de Trump asaltaron el Capitolio. Hoy el trumpismo es un fenómeno mundial
1.- El Partido Popular es un partido que nació del franquismo y se transformó en una fuerza política conservadora europea. En estas elecciones, un político maduro y moderado como Feijoo abraza el trumpismo atraído por las victorias en Europa y los éxitos electorales de Isabel Diaz Ayuso. No se trata de una reconversión ideológica de Núñez Feijoo y los dirigentes nacionales. Todo parece indicar que la radicalidad proviene desde bien abajo. El odio, la furia y la frustración social están arraigadas en la sensación de eternos ignorados que tienen las clases humildes en muchos barrios obreros.
No es el aparato del partido el que impulsa la radicalización de la sociedad, sino la sociedad la que está harta del sistema. Miguel Angel Rodriguez, Isabel Díaz Ayuso, Cuca Gamarra o Feijoo, reconducen esas fuerzas “naturales” para arremeter contra el “sanchismo”; las feministas o los inmigrantes sin papeles. De esa manera quedan indultados los culpables. Mientras el capitalismo goza de buena salud, se culpa a la izquierda en general de ser la principal culpable del mal funcionamiento de los servicios públicos como la sanidad (que están transferidos a los gobiernos autonómicos), o de una inflación galopante que devoró los salarios no solo en España sino a nivel internacional. A esta reacción se suman los sectores tradicionalmente conservadores de los distritos ricos de las ciudades y el mundo rural acuciado por un modelo agropecuario en agonía.
2.- La mayor fortaleza de las derechas reside en las malas políticas de izquierdas. Allí donde la izquierda no desarrolla las políticas sociales, va dejando espacios para la demagogia populista. En los barrios obreros está creciendo el apoyo a las derechas más extremas. Un ejemplo es el fracaso del Ingreso Mínimo Vital (ver artículo de Sarah Babiker en el Salto, 13 de julio de 2023). La vivienda, la precariedad laboral, la exclusión, la falta de perspectivas para los jóvenes de los barrios obreros, crea una sensación de incomprensión que aumenta cuando ven en televisión a un Pedro Sánchez autosatisfecho manifestando en el debate cara a cara con Feijóo: “la economía española va como una moto”. Los aparatos de los partidos viven sordos y ciegos ante el sufrimiento de millares de familias. Las recientes revueltas en Francia nacieron en los ghettos. En zonas donde la democracia no existe pero el capitalismo neoliberal gobierna a sus anchas.
Los errores de la izquierda dan paso a las derechas. Es una ley de hierro después de la caída del Muro de Berlín. No existen grandes alternativas de transformación social porque el paradigma revolucionario no está en el horizonte. En política no existe el vacío. El trumpismo se nutre de fakes news, memes, insultos, mentiras o medias verdades. Decenas de cadenas de televisión grandes y pequeñas se hacen eco del Falcon del Presidente en lugar de la falta de recursos para la atención primaria en sanidad, o de las altas temperaturas que tienen que soportar los bebés de cero a tres años en las guarderías públicas durante los insoportables días de julio. Irene Montero es crucificada, no por su terquedad; sino por el resentimiento y revanchismo machista. De las cloacas salen los intelectuales antifeministas con un “ya lo decíamos nosotros”.
3.- Si el PP gana el día 23 de julio (gobierne o no con VOX), no tendrá más remedio que aplicar su programa más radical. Si no lo hace perderá esa base social furiosa que aspira a eliminar políticamente a las feministas, a los colectivos LGTBI y a los extremistas ecologistas que, en lugar de sacar una maceta en su ventana, se preocupan de salvar Doñana; disminuir las emisiones de CO2 y luchar por la biodiversidad en nuestro planeta. Si el PP gana no habrá derechos humanos para miles de inmigrantes sin papeles. La seguridad de nuestras fronteras y el control policial estarán por encima de niños, mujeres y jóvenes que aparecen ahogados muy cerca de nuestras radiantes playas.
4.- Mientras escribo estas líneas, los trumpistas siguen construyendo su propio relato. Nos quieren convencer que aquí no cabemos todas y todos. Que España sigue siendo una unidad de destino en lo universal. Que ETA existe y comparte el consejo de ministras y ministros con Pedro Sánchez y Yolanda Diaz. Que la carta de ciudadanía europea tiene -como los viajes en avión- clase turista, clase premium y las bodegas destinadas a esas minorías como son los separatistas, las feministas, los ecologistas o los sin papeles.
Si el PP gana las elecciones del 23 de julio (gobierne o no con VOX) se abrirá un nuevo ciclo político. Nunca un partido habrá concentrado tanto poder institucional en sus manos. Todos los aparatos del Estado, a excepción del Tribunal Constitucional, estarán al servicio de un proyecto político basado en la reacción cultural, el negacionismo y el elitismo neoliberal.
Aún estamos a tiempo.
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