...no puede haber igualdad sin libertad ni libertad sin igualdad. Lo uno implica completamente lo otro
Léodile Béra ("André Léo"), 1871
¿podrá lograrse un humanismo futuro sin defender el humanismo presente?
Alina Bárbara López Hernández, 2022
Una rebelión social transnacional empezó en Sidi Bouzid, prendió Túnez, Egipto, Siria...: la "Primavera Árabe". Emergió en España: 15M. Se expandió a EEUU, Reino Unido, Grecia, Portugal: movimiento indignado, Occupy o de las plazas. Culminó en Ucrania: Euromaidán. Esperanzas, desde abajo y sin líderes reconocidos.
Más tarde, esa esperanza se cerró. En Siria, a sangre y fuego, a manos de Al Assad y Putin. En España, poco a poco. No desaparecieron las resistencias sociales: movimiento mundial de mujeres (Me Too, Ni una menos, Huelga Mundial, 8M, mujeres afganas contra el retorno talibán), Black Live Matter (sin el que Trump no habría sido derrotado), revolución de las zapatillas en Bielorrusia y protestas en Kazajistán, chalecos amarillos (con sus contradicciones), protestas de julio 2021 contra el plan de ajuste del gobierno cubano, resistencia del pueblo ucraniano a la invasión de Putin, protestas en Rusia contra esa guerra, oposición en Sudán a la junta militar, proceso constituyente chileno, avance de un nuevo sindicalismo de base en EEUU... Sin embargo, las oligarquías dominantes y corrientes muy reaccionarias siguen ganando terreno. Malos tiempos. El malestar social sigue creciendo bajo la precariedad, la pandemia y la guerra, pero deformado por la decepción y el sentimiento de impotencia.
La humanidad está amenazada por las consecuencias extremas de cinco "pestes" sociales: desigualdad, patriarcado, cambio climático, guerra y crisis de la democracia. La humanidad es capaz de crear caminos alternativos hacia una vida mejor y más libre -no "un paraíso"- pero no sabemos si lo hará ni cómo lo hará. Mientras tanto asistimos a un retroceso general de las condiciones de vida, de los derechos democráticos y a nuevos escenarios como la pandemia covid 19 o la guerra en Ucrania.
Unas 2500 millones de personas aún no han recibido ni una dosis de la vacuna contra el Covid-19; en África, más del 80% de la población; en los países de renta baja apenas la han recibido un 16%. El vertiginoso avance de la crisis ambiental, cuyas consecuencias ya son constatables y que dará lugar a catástrofes sociales, es un reto crucial desatendido por los poderes políticos y económicos. Las crisis de 2008 y la actual han acelerado la destrucción de logros sociales, la expansión de la desigualdad, la precariedad y la fragmentación social, el desmantelamiento de servicios públicos, de sistemas de protección y de derechos sociales y laborales.
Se expanden tendencias (y sus "contravalores") ultrareaccionarias, autoritarias/dictatoriales, machistas, homófobas, transfobas, racistas, ultranacionalistas, negacionistas del cambio climático o de la pandemia o de la violencia machista, destructoras de los cimientos culturales y los avances democráticos. Está en auge una muy peligrosa reacción masculinista interclasista contra las mujeres y el feminismo, que estamos/están siendo el principal "sujeto de revolución" del siglo XXI por el carácter global del movimiento, su persistencia, su enganche con muchas jóvenes y su cuestionamiento de estructuras jerárquicas. En EEUU está en marcha una operación "republicana" contra el derecho al aborto, prohibido en Nicaragua y muy limitado en Venezuela o Polonia. Los derechos democráticos y las libertades civiles están en retroceso o en riesgo. Podríamos hablar que no solo estamos ante una emergencia climática, sino también ante una segunda emergencia democrática.
La invasión de Ucrania por Putin, que ha asesinado a muchos miles de personas y forzado la fuga de millones, ha actualizado el temor a las armas nucleares y a una III Guerra Mundial. Ese contexto favorece la omisión de la acción contra el cambio climático, el relanzamiento de la carrera armamentista y la degradación de las condiciones de vida. Muchas corrientes de extrema derecha e incluso buena parte de la "izquierda alternativa" está en connivencia abierta o hipócrita con Putin. Incluso el apoyo dado a Ucrania por EEUU y la UE es mezquino por el "racionamiento" que aplica a la entrega de armas.
No discutiremos cuál es la verdadera "izquierda"; bajo esa etiqueta caben tendencias tan antagónicas que se colocan en lados diferentes en conflictos esenciales. Pero si queremos señalar nuestro lugar incondicional del lado de los agredidos frente a los agresores; de las víctimas frente a los verdugos.
No renunciamos a la tradición de luchas sociales igualitarias y democrático-libertarias, ni a inspirarnos en las mujeres y hombres que, considerándose de izquierda -o no-, las protagonizaron y protagonizan. Tampoco renunciamos a la acción común cotidiana, desde la diversidad, en aquello en lo que haya acuerdo. Lo que nos parece esencial y puede configurar señas de identidad son las respuestas efectivas a la pregunta ¿de qué lado estás?, liberada de la manipulación geoestratégica o partidista que impone "con EEUU o con Rusia", "con la izquierda o con la derecha"...
Las respuestas que tienen y crean sentido son del tipo "del lado de la población empobrecida en España, del lado de las mujeres afganas contra los talibanes, del lado que las movilizaciones sociales reprimidas en Cuba, del lado de la población negra y del nuevo sindicalismo en EEUU, del lado del pueblo ucraniano frente a la guerra de Putin, del lado de la población rusa que protesta contra la guerra, del lado del pueblo kurdo contra Erdogán, del lado del pueblo palestino o saharauí ante la ocupación de sus territorios...".
Necesitamos apoyarnos en valores positivos de igualdad, libertad y fraternidad universal, en que "la especie humana es la Internacional", en las aspiraciones democráticas y, articuladas con las de otros movimientos sociales feministas y ecologistas que han cobrado dimensión prioritaria, en las originales aspiraciones socialistas del siglo XIX y primeros años del XX, aunque renovadas. Ningún gran cambio positivo tendrá lugar sin auto-organización social y sin nuevas alianzas desde abajo. Que ocurra es incierto, pero posible.
El futuro depende de las nuevas generaciones. Por ello no pretendemos dar “lecciones” de nada, sino trasladar nuestras experiencias asumiendo numerosos errores y compartiendo nuestras inquietudes. Aportamos en esta carta de presentación del colectivo Léodile Béra algunas ideas:
La crisis ambiental solo puede afrontarse atacando la raíz del problema y el impulso inherente al capitalismo hacia un crecimiento indefinido, cuidando que las medidas a tomar no castiguen a quien menos tienen.
Los derechos democráticos y las libertades colectivas e individuales o los derechos civiles son inherentes a la dignidad humana. Son conquistas a proteger y expandir. Hoy se encuentran en peligro en todo el mundo. En las llamadas “democracias iliberales” como Rusia o Polonia, o en las democracias liberales como el intento de limitación del derecho al aborto en los Estados Unidos. La defensa de estos derechos no podemos dejarla a cargo del Estado, sino que deben ser la propia iniciativa social. Las experiencias de autogestión social y democracia libertaria han sido breves pero pueden inspirarnos. Los proyectos basados en un Estado burocrático han fracasado y han derivado en dictaduras políticas que nada tienen que ver con un socialismo humano y democrático. En nuestra opinión, no hay libertad sin igualdad ni igualdad sin libertad.
La fraternidad y el internacionalismo siguen siendo, en nuestra opinión, valores imprescindibles. En los últimos años hemos visto, sobre todo en Latinoamérica, cómo movimientos políticos o gobiernos se enfundaban la llamada soberanía nacional bajo la etiqueta de socialismo. Nada más falso. Ese nacionalismo “antimperialista” no ha sido otra cosa que una forma encubierta de defender el capitalismo en un solo país, creando sus propias élites económicas y políticas ya sea a través del control del Estado o de empresas estatales. La experiencia venezolana, rusa y en gran medida de China a través del Partido Comunista, son ejemplos de como desde el nacionalismo o el estatismo se reproducen las relaciones capitalistas, patriarcales, autoritarias y se sitúan -como una fuente agregada- a los peligros de destrucción ambiental.
Se trata de buscar una sociedad o sociedades cooperativas más autónomas, igualitarias y libertarias, aunque no "perfectas" ni definitivas, pues deben ser capaces de autogobernarse y abiertas a la transformación. Condiciones básicas de lo que sería una sociedad mejor son derechos democráticos más amplios, que sea no jerárquica pero sí con instituciones de autogobierno sometidas a dispositivos de control social; sociedades que construyan creciente igualdad social y erradiquen el hambre, la pobreza y la vulnerabilidad habitacional, sociedades en que desaparezcan los roles de género que discriminan a las mujeres y, desde luego, que tomen en cuenta los límites del planeta y aborden la crisis ambiental y de recursos básicos a la que nos ha llevado la desmesura del capitalismo. No queremos ningún "fin de la historia", ni infernal ni paradisiaco. La mejor contribución a que pueda haber una sociedad basada en la cooperación social es crear cooperación social ahora. La mejor manera de contribuir a sociedades futuras más libres e iguales, es hacer de la igualdad y la libertad guía esencial de nuestra propia actuación.
El colectivo Léodile Béra es un espacio de reflexión y de iniciativas. No es una organización partidista, ni disciplinada, ni dotada de un programa, ni monolítica, ni presupone una actitud colectiva ante procesos electorales o institucionales o en las implicaciones asociativas de sus miembros en base a aquello que cada cual considere más útil.
Es un espacio abierto, en dos sentidos: por un lado, intentaremos compartir nuestras reflexiones y abrirlas a controversia, a través de artículos, espacios en redes, encuentros, etc.; por otro lado, esperamos que otras personas se unan a él, siempre y cuando se compartan los valores fundamentales y las convicciones que hemos tratado de resumir en esta carta. Nuestra intención es estar en el campo de las personas agredidas, dominadas, oprimidas, sea cual sea el verdugo u opresor, y proclame la ideología que proclame.
En base a esas convicciones, que pueden parecer abstractas, y que trataremos de dar vida en consideraciones sobre la relidad cotidiana, no hemos tenido ninguna duda en ponernos del lado del pueblo de Ucrania ante la invasión de Putin, con igual convencimiento con que nos pusimos en contra de la guerra de Bush contra Irak en 2003 y con más razones para ello. Y al hacerlo, nos hemos puesto también del lado del pueblo ruso que no quiera la guerra ni la muerte de tantos de sus jóvenes. La postura ante la guerra de Putin contra Ucrania y ante la resistencia ucraniana es una línea divisora tan crucial como lo fueron en su tiempo las posturas ante la I Guerra Mundial, ante el Holocausto y el Gulag y, como no recordarlo, ante el preludio de la II Guerra Mundial que se vivió en España en la guerra de 1936-1939.
colectivoleodilebera@gmail.com
http://leodilebera.blogspot.com
Las personas interesadas en contactar con el colectivo, recibir información, participar en él, pueden escribir a colectivoleodilebera@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario