Por Jesús Jaén
"La naturaleza salvaje es baldía y carece de valor; una abominación a los ojos de los capitalistas, pues se trata de un espacio con recursos aún no sometidos a la ley del valor. El capital detesta el vacío de la naturaleza salvaje. La clase capitalista, como quizá recordemos, se construyó sobre el odio hacia ella." (El murciélago y el Capital, Andreas Malm)
Presentación
Vivimos tiempos de distopías. La cultura tiende a reflejar las incertidumbres o gustos de la época que nos ha tocado vivir. Una época convulsa y llena de incertidumbres de cara al futuro. Por eso mismo, el futuro, se convierte en una fuente inagotable de libros o películas. Como aquella novela llevada al cine titulada “ La carretera” con Vigo Mortensen y su hijo, enfrentados a un planeta oscuro y grupos de humanos vagando por una tierra sin sol. El género distópico también ha encontrado su yacimiento en las tecnologías. Robots, cyborgs, imágenes en la nube; donde el ser humano es abducido hasta tal punto que no sabemos lo que es real y lo que no. Por supuesto que hay otra industria, la de Silicon Valley, que compite con esta distopía para presentarnos la Inteligencia Artificial como el mayor logro de la civilización. Que nos está pidiendo que no hagamos nada, que esperemos sentados la genialidad del tecnocapitalismo para vivir en el mejor de los sueños. Sin embargo, pienso, que hay sitio para mantener la apuesta por la utopía del socialismo, porque mientras haya seres humanos de carne y hueso; organizaciones sociales, sindicales o políticas; mientras la lucha siga formando parte en miles de acciones de mujeres y hombres; habrá motivos sobrados para seguir enfrentando la realidad capitalista y al imaginario reaccionario poscapitalista. Las luchas seguirán siendo “el combustible” para mantener vivo un futuro proyecto socialista democrático, igualitario, ecológico y feminista.