sábado, 27 de mayo de 2023

Guerra en Ucrania: lo que ya no puede durar en la izquierda francesa

 



Morvan Lallouet


No faltan oportunidades para afligirse por los vagabundeos y complacencias de una parte de la izquierda francesa en cuanto a la guerra en Ucrania. La editorial Agone me ha dado otra al producir un discurso sintomático de las complicidades de una parte de la izquierda con el imperialismo ruso, desde las posiciones de Jean-Luc Mélenchon a las de Le Monde Diplomatique.

Agone decidió volver a publicar De la responsabilité des intellectuels (Sobre la responsabilidad de los intelectuales), ensayo de Noam Chomsky, y ha aprovechado para elaborar un panégírico al intelectual estadounidense, bajo la pluma de Thierry Discepolo, fundador de la editorial. No me pronunciaré sobre la oportunidad editorial de esta publicación que no he leído. Pero en el contexto de la guerra en Ucrania, hacer de Chomsky una especie de héroe intelectual es particularmente insoportable, ya que las posiciones que defiende son escandalosas.

Agone da una gran importancia a la “responsabilidad de los intelectuales” en general, y a la de Chomsky en particular:

“Las personas que pueden optar a este estatus disfrutan de privilegios que les abren posibilidades inaccesibles para la persona común [...] los intelectuales están obligados, como “minoría privilegiada con acceso a las infraestructuras y la formación necesarias para buscar la verdad que se esconde detrás del velo de distorsión y alteración, ideología e interés de clase a través del cual se nos presentan los acontecimientos de la historia en curso”, a tener la sencilla honradez de decir las cosas tal como son”.

No hay mucho que añadir a estas nobles intenciones. Pero veamos cómo se hacen realidad en la práctica, y qué uso Chomsky ha creído oportuno hacer de su “responsabilidad intelectual” en el contexto de lo que es sin duda la mayor cuestión de política exterior de nuestro tiempo, la guerra en Ucrania. Resulta que hace unas semanas pudo expresar su posición en una entrevista para el New Statesman, un semanario histórico de la izquierda británica.

Chomsky no niega que la invasión de Ucrania por parte de Rusia sea una “agresión”, ni se opone en principio a las entregas de armas a Ucrania, sin que lamentablemente se vea muy bien cuáles, dado que todas las que cita son susceptibles de conducir a una funesta “escalada”. Que lo entienda quien pueda.

En cualquier caso, lo que nos hace entender muy bien Chomsky es que la causa real del conflicto está en Washington, que solo persigue un objetivo: debilitar a un “adversario militar”. Rusia, repetido ad nauseam, fue provocada por Estados Unidos, que le había prometido no ampliar la OTAN. No tengo espacio aquí para extenderme sobre lo que me parece una explicación bastante simplista de lo que está sucediendo, y además, el modo de argumentación de Chomsky es mucho más la afirmación de pseudo “evidencias” que una demostración basada en pruebas. Pero bastará con señalar que Vladimir Putin se ha fijado objetivos mucho más grandiosos que este, en este caso la “desnazificación” y la “desmilitarización” de Ucrania, que se parece mucho al regime change odiado por Chomsky, para terminar con el despiece de su territorio. Pero son cosas que Chomsky se abstiene de considerar. Tampoco la magnitud de la reacción rusa a esta “provocación” parece perturbarle demasiado. Y por una buena razón, gracias a Dios, Rusia no es tan traicionera como los anglosajones. Para Chomsky, es una “evidencia”: el ejército ruso es más “humano” que los ejércitos estadounidense y británico en Irak cosa que, aunque fuera cierta, se ve bastante mal qué puede justificar. En cualquier caso, esta guerra se reduce a un “buen negocio” para el complejo militar-industrial estadounidense.

Agone ve en Chomsky un héroe intelectual que se hace fuerte por ser capaz de denunciar un imperialismo que se pretende con las “mejores intenciones”, pero parece incapaz de reconocer en Rusia un imperialismo que, para el caso, tiene explícitamente las peores intenciones. Y ni siquiera está la excusa de la defensa de la “patria del socialismo”. No comparto este argumento que justificó las peores abominaciones, pero puedo concebir que se pueda encontrar algún contenido progresista en los regímenes socialistas, y por lo tanto algunas justificaciones para defenderlos.

Pero, ¿qué crédito político dar a personas que no son capaces de ver un imperialismo crudo, de conquista, defendido por un régimen cuyo proyecto político es explícitamente dictatorial, militarista, reaccionario, plutocrático, clerical, homofóbico, etc.? Como preguntaba Jacques Bouveresse, “¿de qué sirve [...] ser un profesional del pensamiento político si es para no ver cosas que saltaron desde el principio a la vista de tantas personas que no tenían la suerte de ser pagadas para pensar?” Y yo añadiría, si la destrucción sistemática de Ucrania no les conmueve demasiado, ¿qué crédito moral darles?

Puede que no sea inútil dirigirse a George Orwell para tener una idea del tipo de actitud que hay que adoptar ante una guerra de esta magnitud. No me suscribo al culto que parece rodear a este autor, pero resulta que es ampliamente publicado por Agone. Y resulta que su posición en 1942 fue de absoluta claridad: “El pacifismo es objetivamente profascista: es el sentido común más elemental. Si se obstaculiza, en un campo, el esfuerzo de guerra, se favorece automáticamente el esfuerzo de guerra del adversario”. Obviamente no acuso a esta izquierda de traición, ni tampoco considero la guerra actual como equivalente a la Segunda Guerra Mundial. Pero no hace falta considerar a Rusia como fascista para darse cuenta de que se trata de un régimen criminal tanto hacia su propia población como hacia Ucrania. Oponerse al armamento de Ucrania es ponerse del lado del invasor y del más fuerte, es decir, de Rusia. Agone es libre de denunciar a los belicistas occidentales, pero los ejércitos de la OTAN no están a las puertas de Moscú, mientras que el ejército ruso está en Ucrania devastando un país soberano y con fronteras reconocidas internacionalmente.

Orwell agrega: “Tampoco podemos mantenernos realmente al margen de una guerra como la que se está desarrollando actualmente”. En mi opinión, este es el impulso fundamental de demasiada gente de izquierda: la voluntad de refugiarse en una especie de neutralidad cómoda, porque la victoria de Ucrania también significaría la de la OTAN, y por lo tanto de Estados Unidos, lo cual es odioso, pero no se puede decir abiertamente. Uno de los argumentos que circulan más ampliamente dentro de esta izquierda, y que justificaría una forma de “neutralidad” de izquierda, es el de la “guerra por procuración” (proxy war). En mi opinión, el diputado británico John McDonnell, cercano a Jeremy Corbyn, ajustó sus cuentas a esta idea de la manera más clara:

“Algunos han argumentado que se trata solo de una guerra por procuración entre dos potencias imperialistas, y que los socialistas no deberían participar en ella. Entiendo el argumento, pero (...) se puede considerar que, desde el final de la Guerra Fría, prácticamente todas las guerras pueden verse como guerras por procuración entre potencias imperialistas. Y eso no impidió que la izquierda pronunciara un juicio sobre los casos individuales, y apoyara las luchas de liberación en este contexto”.

Es cierto, y precisamente no es trivial en este contexto, que John McDonnell está preservado de la bienaventurada ignorancia de las realidades ucranianas y de Europa del Este que con demasiada frecuencia recorren a la izquierda. De hecho, hizo lo que se podría esperar de cualquier persona de izquierda digna de ese nombre: se informó con personas directamente afectadas, a saber, activistas de la izquierda ucraniana. No hay forma real para la izquierda occidental (y europea en particular) de quedarse fuera de la guerra convencional más importante desde la Segunda Guerra Mundial. En cualquier caso, no hay nadie que evitaría deshonrarse haciéndose cómplice del imperialismo ruso.

Lo que es particularmente insoportable en este discurso es un contenido vago y alusivo, que evita a toda costa pronunciarse sobre el fondo de las cosas, enmascarado bajo el tono irónico de quien no se la juega. Más vale, de hecho, volar como lo hace Thierry Discepolo “de Texas a Jartum y de Cuba a Kabul”. Esto permite tronar contra “dos siglos” de imperialismo yanqui y denunciar la “hipocresía” de Estados Unidos, lo que es sin duda la crítica con el alcance político más limitado, ya que ningún Estado es nunca coherente en sus actos y discursos. Es mejor finalmente darse el capricho de repetir eslóganes huecos: “¡Paz, paz!” Por supuesto, ¿quién puede estar en contra?

Pero cuando esta izquierda evoca “soluciones” que podrían llevar a la paz, cada una de ellas es más dudosa que la anterior, tanto moral como prácticamente. La de Chomsky brilla por su simplicidad: dado que la causa de la guerra es la OTAN, basta con no incluir a Ucrania en la Alianza Atlántica, ofrecer autonomía al este de Ucrania, y listo. Probablemente no tuvo que mantenerse bien informado sobre la situación, porque como se dice, this ship has sailed (ese barco ya zarpó): nada de esto es ya relevante desde el punto de vista de Moscú. ¿Hay que recordarle que no más tarde de septiembre de 2022, Rusia se anexionó oficialmente cuatro regiones de Ucrania, más de 100.000 kilómetros cuadrados o el equivalente al 15% de su territorio?

Para Thierry Discepolo, la solución es aparentemente la de Lula, aunque se cuida de hacerla explícita. Y vemos muy bien por qué no tiene muchas ganas de hacerlo: la posición de Lula se reduce de hecho a la llamada a una negociación entre Rusia y Ucrania, con contornos nebulosos, y donde todo estaría sobre la mesa “Crimea, otros territorios, la OTAN”. Esta izquierda no encuentra palabras lo suficientemente duras para denunciar el imperialismo estadounidense o los ataques a la soberanía por parte de la Unión Europea. Pero cuando se trata de un imperialismo old-school (vieja escuela), de injerencia y conquista territorial pura y simple, “todo está sobre la mesa”.

Así que de dos cosas una. O estas personas son demasiado ingenuas para darse cuenta de que, dadas las posiciones de Moscú y la evolución del régimen político de Rusia, sus propuestas de paz implican aprobar estas anexiones realizadas por la fuerza. O estas personas realmente consideran que la soberanía es de geometría variable, que Rusia tiene derecho de vida o muerte sobre sus vecinos, el derecho a anexionárselos a placer, que por la “paz” se puede sacrificar a Ucrania. Pero en este caso, hay que decirlo, vale ya de discursos confusos sobre la paz, la invasión de Irak, sobre la soberanía o el derecho internacional.

Me falta tiempo para analizar las razones profundas de la ignorancia y el desprecio por todo lo relacionado con los países de Europa Central y Oriental, siempre sospechosos, demasiado pro-americanos, demasiado liberales, demasiado de derecha, para ser víctimas legítimas y tener derecho a defenderse en igualdad de armas. Bendita izquierda occidental que no ha probado los encantos, muy reales, del imperialismo ruso, y puede complacerse en denunciar el único que realmente importa, el suyo, el de los estadounidenses.

Para “de decir las cosas como son”, hay en esta guerra un agresor y solo uno, Rusia, un agredido y solo uno, Ucrania. Si hay que hablar de “paz”, entonces la única que es digna de ser deseada por la izquierda es la que pasa por la victoria y la liberación de Ucrania, y por la derrota de Rusia.


Morvan Lallouet es doctorando en Ciencias Políticas y suscriptor de Mediapart

https://blogs.mediapart.fr/morvan-lallouet/blog/180523/guerre-en-ukraine-ce-qui-ne-peut-plus-durer-dans-la-gauche-francaise . Este blog es personal (entrada de blog de 18/05/2023) la redacción (de Mediapart ndt.) no está en el origen de sus contenidos.


Traducción: Faustino Eguberri

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