viernes, 16 de junio de 2023

Una introducción a algunos debates políticos sobre el cambio climático





Jesús Jaén Urueña

El cambio climático preocupa cada día más a la opinión pública y por supuesto a la comunidad científica. No puede ser de otra forma con los datos a los que tenemos acceso todos los días: aumento de las temperaturas y de fenómenos extremos del clima; acidificación de los océanos; deforestación y desertización; desaparición de numerosas especies animales o vegetales, etc, etc. Esta reseña tiene como único objetivo familiarizar a las personas que siguen al colectivo Leodile Bera, con los debates más recientes y con los libros o autores que han escrito en defensa de unos valores ecologistas. He intentado mantener una cierta objetividad en todos los debates (a excepción del negacionismo o las soluciones tecnológicas de corte ecofascista), aunque no sé si lo habré logrado.

1.- Los sectores negacionistas del cambio climático están más a la defensiva que hace veinte o treinta años, pero no han tirado la toalla. Año tras año, las pruebas empíricas han venido a constatar lo que la comunidad científica venía defendiendo durante las últimas seis décadas: que la acción de los seres humanos sobre el planeta está teniendo consecuencias negativas para todos los ecosistemas. Eugene F. Stoermer llamó a este período Antropoceno. Algunos autores, como veremos a continuación, señalan que, desde el nacimiento del capitalismo industrial hacia finales del siglo XVIII, se produjo un salto cualitativo en la destrucción de los equilibrios anteriores. A ese período lo denominan Capitaloceno ya que pone la centralidad del problema no solo en la presencia del ser humano en general; sino en el impacto negativo del capitalismo sobre el medio ambiente.

El uso de combustibles fósiles, primero el carbón, después el petróleo y gas, para la producción de energía ha resultado catastrófico; en la medida que una de sus propiedades es liberar dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero que, a su vez atrapan el calor en la atmósfera lo que les convierte en los principales causantes del cambio climático. En esa misma línea, recientes investigaciones señalan el período que va desde los años 50 del siglo pasado hasta hoy, como la Gran Aceleración, porque todos los registros de la era industrial se han multiplicado vertiginosamente.

A pesar de la acumulación de pruebas científicas irrefutables, todavía quedan sectores entre la extrema derecha que siguen negando el cambio climático. Argumentan que estamos pasando por un período de calentamiento global ajeno a la acción del ser humano. Un fenómeno que, ellos dicen, ha ocurrido en la Tierra desde hace millones de años. Las grandes corporaciones dedicadas a la extracción y producción de energías vinculadas al petróleo, gas o carbón, han jugado un papel esencial no solo en la emisión de gases, sino en ocultar la verdad durante años a la opinión pública mundial. Algo así como ocurrió en su día con las tabacaleras y su relación con el cáncer. Tal es el caso de ExxonMobil (la principal empresa norteamericana del sector) que, como se está demostrando, actuó de manera deliberada para confundir y engañar a la opinión pública lanzando bulos y dudas sobre el cambio climático. Esta empresa se enfrenta a varios juicios en los estados de New York, San Francisco, Oakland o Nueva Orleans; tras las denuncias que recibió (gracias en parte al trabajo de investigación de los periodistas del Inside Climate News). No es la única que actuó como un lobby, hoy, las grandes empresas petroleras como Saudí Aramco, Shell, BP, Chevron, etc; están acusadas de ser las responsables de un 30% de las emisiones de gases en todo el mundo.

2.- Un debate de gran interés que atraviesa a todos los sectores defensores del medio ambiente, es acerca de la transición hacia otras fuentes de energía que no provienen de las materias orgánicas (la energía nuclear es otro debate aunque la inmensa mayoría del ecologismo considera que es una energía altamente peligrosa tanto por los accidentes que se han producido en Chernobyl o Fukushima, como por la complejidad de su almacenamiento y eliminación).

La propuesta basada en “energías limpias” consiste en sustituir los combustibles fósiles por otras fuentes alternativas como las eólicas, solar o geotérmica que no producen gases de efecto invernadero. Es una propuesta apoyada por gobiernos e instituciones supranacionales (con bastantes pegas como veremos a continuación). En el 2008 se impulsó la propuesta A Green New Deal (El Nuevo Pacto Verde) donde básicamente se pretendía llevar a cabo una transición energética, basada en las fuentes de energías limpias. Es una propuesta que exige grandes inversiones públicas y privadas en infraestructuras y que mantiene la necesidad del crecimiento económico. Es evidente que, de llevarse a cabo esa transición, los gobiernos y grandes grupos de capital deberían invertir una parte de sus recursos financieros en nuevas tecnologías (investigación, extracción de materias primas, producción aparatos, etc).

En las primarias del Partido Demócrata en EEUU, esta propuesta fue defendida por Bernie Sanders y Alexandra Ocasio Cortez (después asumida de palabra por Joe Biden). La puesta en práctica de este ambicioso plan, está cuantificado en billones de dólares y tiene como objetivo llegar a emisiones cero en 2050. En la Unión Europea también se están elaborando planes para sustituir el consumo de petróleo y gas por energías alternativas sobre la base de multimillonarios fondos del BCE. El caso del gobierno del PSOE y Unidas Podemos es, junto a Portugal, de los más avanzados.

Las críticas desde el ecologismo de izquierdas es que se trata de una propuesta irrealizable porque se basa en la premisa equivocada de un imposible capitalismo verde (ver Daniel Tanuro). Lo comparan con el plan de los años treinta del siglo pasado: la New Deal que fue lanzada por el presidente Roosvelt con el objetivo de superar la gran depresión, mediante un sistema de ayudas, inversiones públicas y cambios en los modelos productivos y financieros pero siempre desde las lógicas del capitalismo. Señalan (ecosocialistas y otros grupos ecologistas) varias contradicciones: a) no hay tiempo para una transición tan larga dado el aumento exponencial (últimos diez años) de los niveles de partículas de CO2 por millón (423,06 ppm sobre 300 ppm en relación con la era preindustrial) b) el uso de materiales para construir las infraestructuras y aparatos que producen las energías renovables, son tan contaminantes o más que los combustibles fósiles, y encima no se encuentran en la cantidad necesaria sobre la tierra c) los gobiernos y estados capitalistas apuestan por un Green New Deal pero no cierran las viejas formas de extracción de petróleo (como ha ocurrido recientemente con la decisión de Joe Biden de hacer tres grandes perforaciones en Alaska), o en Europa con la decisión de abrir nuevas minas de carbón al aire libre y d) es imposible sustituir, a corto o medio plazo, con estas nuevas fuentes al petróleo, gas o carbón; porque no generan la misma cantidad de energía.

En consecuencia, estos sectores críticos dicen que la verdadera alternativa al capital fósil no es el capitalismo verde, sino un proyecto ecosocialista basado en el de decrecimiento de la producción y del consumo capitalistas. Sin embargo, como el capital no va a aceptar decrecer su producción ya que eso significa disminuir drásticamente su masa de beneficios (un sin sentido desde la lógica de la ley del valor); la alternativa en última instancia es transformar el modo de producción y consumo capitalista en un modelo social, político y económico compatible con el desarrollo del ser humano y la naturaleza; es decir, un proyecto ecosocialista. Obviamente, esta tésis también tiene sus puntos débiles. Si la explotación de la fuerza de trabajo y de la naturaleza es intrínseco al modo de producción capitalista, y éste, ha necesitado -o mejor dicho ha unido sus destinos- a una cultura extractivista ¿La supresión del capitalismo mundial es un horizonte alcanzable a corto o medio plazo y, más aún, cuando estamos señalando que se trata de una emergencia climática?

Dentro de lo que llamaríamos las transiciones hacia nuevas tecnologías, se ha ido desarrollando una cultura fetichista sobre el papel de la tecnología en el futuro de la humanidad. Es el caso de la Inteligencia Artificial. Sin subestimar la importancia de las tecnologías, existe una especie de pensamiento reconfortante de que, al final del camino, pase lo que pase, el ingenio humano nos acabará salvando. Esta filosofía no solo es bastante equivocada, sino que hoy sirve también de excusa para muchos proyectos ecofascistas auspiciados por los ricos. La tecnología “salvará” a unos pocos pero la inmensa mayoría de la humanidad -y con toda probabilidad los países y clases sociales más humildes- no tendrán acceso a esas futuras tecnologías. Más aún, todas esas especulaciones hoy se encuentran en mantillas. Entre esas propuestas están la captura y almacenamiento de CO2 de la atmósfera; la universalización del automóvil eléctrico (cuyas baterías eléctricas no se sabe muy bien de dónde van a salir y como se van a eliminar); lanzamiento de satélites para monitorizar fenómenos climáticos; turbinas eólicas flotantes de nueva generación y hasta la Inteligencia Artificial que sustituya con cyborg a los propios humanos. Un conjunto de propuestas ahora inviables y que suenan más a inversiones de alta rentabilidad de capital que a soluciones climáticas.

3.- El tercer gran debate en cuestión está constreñido a un ámbito más reducido del ecologismo (aunque yo creo que es una gran preocupación social). Un tema que forma parte de la mejor tradición del cine o las novelas de ciencia y ficción sobre futuros distópicos: colapsos y catástrofes climáticas, virus o pandemias, guerras nucleares, etc. Podríamos decir que es el debate sobre los límites biofísicos del planeta en donde la crisis del clima es un elemento más aunque muy importante.

Este debate se conoce como “colapsismo” y está teniendo múltiples derivaciones tanto de carácter científico como político-social. Hasta la palabra colapso está en el centro del debate ¿Es aconsejable usar este concepto que podría tener interpretaciones derrotistas? El filósofo ecosocialista Jorge Riechmann nos dice que “no hablemos de colapsismo. Hagámoslo, si se quiere, de realismo ecológico y termodinámico; de realismo biofísico”. Otro de los grandes referentes científicos acerca de los límites de nuestros recursos naturales es Antonio Turiel, que ha ido señalando los problemas del futuro y ha agregado otros de enorme interés (el pico del petróleo ya se ha sobrepasado en el 2015 y hemos entrado en la fase decreciente del combustible fósil porque las reservas en el subsuelo no son infinitas). Antonio Turiel señala que el decrecimiento es la mejor alternativa y, nos guste o no, estamos abocados a ello. Si no vamos a un decrecimiento, el calentamiento global y otras consecuencias ya visibles irán aumentando no proporcional, sino exponencialmente. Es ya un hecho irreversible y la humanidad ha entrado en una nueva era. La temperatura del planeta ha subido a 1,1 grados centígrados desde la era preindustrial y el objetivo de no alcanzar los 1,5 grados en 2050 es inalcanzable.

Estos análisis no son rechazados pero sí matizados por otros sectores ecologistas que, lo que sí vienen a defender es la necesidad de dar alternativas políticas concretas y no caer en la desesperanza. Tal es el sentido del libro de Emilio Santiago Muiño “Contra el mito del colapso ecológico”. En un interesante debate entre Jorge Riechmann y Emilio Santiago Muiño, Cesar Rendueles y Jaime Vindel; se expusieron argumentos en uno u otro sentido (los artículos y libros están recogidos en nuestra bibliografía del final).

4.- El último debate se reduce a un sector minoritario entre autores que se reclaman de un legado marxista. Se trata, en mi opinión, de un debate histórico, ya que no impacta sobre la realidad actual. El debate comenzó hace unos cuantos años con algunos apuntes muy embrionarios de Manuel Sacristán en España y el libro de John Bellamy Foster (señalamos en la bibliografía). Planteaban que Karl Marx, al contrario de lo que habían interpretado tanto los marxistas como los no marxistas, no tuvo una visión productivista y antiecológica del desarrollo de la sociedad bajo el capitalismo, sino que fue sensible a la depredación del capitalismo sobre la naturaleza. Es verdad, dicen, que Marx defendió como un avance el dominio del hombre sobre la naturaleza, pero al mismo tiempo, también intuyó la necesidad de un equilibrio metabólico entre ambos. Señalan como ejemplos algunos párrafos de El Capital y otros escritos de filosofía a partir de 1844.

Pero el que más lejos ha llevado este debate es sin duda el japonés Kohei Saito que ha defendido recientemente, a través de cartas y manuscritos investigados en los archivos abiertos tras la caída de la URSS, que Marx defendió en sus últimos diez años un ecologismo anticapitalista (sus libros que ponemos en nuestra bibliografía), tratan de documentarlo.

En contestación a Saito salieron otros autores como Michel Lowy o Daniel Tanuro (¿Era Marx ecosocialista?, contestación de Tanuro a Saito en Viento Sur, 27/1/2020), planteando que esa tésis era exagerada y que, en realidad, Marx vivió con muchas contradicciones y dificultades intelectuales a la hora de elaborar una teoría tan compleja como fue la investigación del capitalismo. Proyecto que no pudo consumar pero que sí dejó escrito en el primer volumen de El Capital.

Otra de las investigaciones históricas que merecen mencionarse es la llevada a cabo por Andreas Malm en su obra Capital fósil. Se trata de un estudio enorme sobre cómo y por qué el capitalismo en el siglo XVIII adoptó la máquina de vapor en la revolución industrial. No fue una decisión a la ligera. Para ello tuvo que descartar los molinos hidráulicos porque no les permitía una concentración de mano de obra y una explotación intensiva. Hubo luchas obreras y revueltas populares que se resistieron pero que, finalmente, fueron derrotadas.

De aquellos barros estos lodos. De la máquina de vapor inventada por James Watt a la utilización de una materia prima abundante, de fácil combustión y transportabilidad: el carbón. El trabajo de Andreas Malm es pionero y de lectura imprescindible para toda persona curiosa que quiera saber cómo empezó todo esto.


Lecturas recomendadas relacionadas con este artículo


Daniel Wallace-Wells:



El planeta inhóspito. La vida después del calentamiento.
Editorial Penguin Random House.






Andreas Malm.



Capital Fósil
(el auge del vapor y las raíces del calentamiento global). Capitán Swing Editorial.





El murciélago y el capital
(coronavirus, cambio climático y guerra social). Editorial Errata Naturae.





dinamitar un oleoducto
(nuevas luchas para un mundo en llamas). Editorial Errata Naturae.






Jorge Riechmann



Autoconstrucción
(la transformación cultural que necesitamos). Editorial Catarata.






El socialismo sólo puede llegar en bicicleta.
Editorial Catarata.




Una ofensiva anti colapsista. Artículo en la revista Viento Sur.



Antonio Turiel


Petrocalipsis
(crisis global y cómo (no) la solucionaremos) . Editorial Alfabeto.





Sin Energía
(pequeña guía para el Gran Descenso).







Daniel Tanuro


El imposible capitalismo verde
(del vuelco climático capitalista a la alternativa ecosocialista). Editorial Sylone-Viento Sur





¡Demasiado tarde para ser pesimistas!
(la catástrofe ecológica y los medios para detenerla). Editorial Sylone-Viento Sur.






Jaime Vindel


Estética fósil
(imaginarios de la energía y crítica ecosocial). Editorial Arcadia Macba.







John Bellamy Foster


La ecología de Marx
(materialismo y naturaleza). Editorial Viejo Topo.







Nicolás Georgescu- Roegen


Ensayos Bioeconómicos.
Editorial Catarata.







Kohei Saito


La naturaleza contra el capital
(el ecosocialismo de Karl Marx). Ediciones Bellaterra.





El capital en la era del antropoceno
(una llamada a liberar la imaginación para cambiar el sistema y frenar el cambio climático). Editorial Penguin Libros.






Andrew H. Knoll


Breve Historia de la Tierra.
Editorial Pasado & Presente.







Naoemi Klein


Decir NO no basta.
Editorial booket







Emilio Santiago Muiño

Contra el mito del colapso ecológico (Por qué el colapsismo es una interpretación equivocada del porvenir y cómo formular un horizonte de transición transformador). Editorial Arpa. 



No tenemos derecho al colapsismo (artículo de contestación a Jorge Riechmann)..


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